Imprevisto

I

Y la besé tanto que no supe
en qué momento
los besos tumbaron las hojas,
con mi tubo de viento, las semillas.
La noticia me la trajo
el viento de sus ojos
y el miedo de sus manos.
El momento previsto
su fruto, lo inesperado.
Nueve lunas
para la última menguante,
un grito de dolor,
otro de albor.

II

El viento, el agua, el sol,
enviados por el tiempo.
La muerte germina la semilla,
la vuelve arbusto.

III

El sonido de su risa
mueve el gris de las nubes,
curva perfecta
la comisura  de sus labios.
En sus ojos veo la alegría del ruiseñor
en su risa, el trinar del canario.
Un olor de flores
sus besos en mi mejilla.
Un paso hacia mí basta
para distender mis brazos
y atrapar sus movimientos de nutria.
Levanta la pupila,
y con ella mi alegría.
Hasta tierras secas
se elevan como cipselas
y florecen con lágrimas
los días en que no estoy.

IV

Apenas nacen en su boca las palabras
con preguntas sobre lo que mira.
Entre sus dudas resuelvo una
con todo mi amor, la contesto:
“Claro que te amo, hija”.

Héctor Miguel González Machuca
Escuela preparatoria 12
Publicado en la edición Núm. 12

Letargo

Moriste en mayo,
¿lo recuerdas?

Vivías muda,
en el letargo amorfo
de este amargo sofá.
El mundo, asido
en la endeble ventana,
era el espejo agónico
de tu niñez lejana, inerme.

Mirabas el pino
y mirabas la niña
que gozó el otoño,
que exorcizó al futuro
y a sus fugaces demonios.
Niña que fuiste,
que jamás volvió.

El rumor de la metástasis
invade los pasillos
de esta vieja casa,
que se viene abajo
al compás del recuerdo
que mis manos y mis labios
guardan aún de ti.
Te fuiste sin hacer ruido,
sin pelear más de la cuenta.

Has vuelto, amor.
Me miras, aferrada
a los escombros mohosos
de esta madera ya vencida.
Vives, anclada a un
mundo que jamás fue tuyo.

Leonardo Miguel Gutiérrez Arellano
Preparatoria Regional de Santa Anita
Publicado en la edición Núm. 12

Cinegética

Me recuerdo, me sé Verónica Paulina Velazco Brambila Preparatoria Regional de Autlán de Navarro

Me recuerdo, me sé
Verónica Paulina Velazco Brambila
Preparatoria Regional de Autlán de Navarro

El amor es una necesidad
que ella utiliza como excusa
para una meta insegura.
La simbiosis falla,
para ella lo habitual.
Sensación de desnudez que pasa a ser cotidiana.
Va por la calle con escote,
un puro en la boca
y paso firme.
“Tal vez el siguiente”.
Da una bocanada,
se acomoda el cabello
y contempla su pequeña obsesión.

 

César Francisco Ibáñez Ríos
Preparatoria 7
Publicado en la edición Núm. 12

Maquillaje

Detrás de una máscara de colores
se encuentra la verdad:
un rostro real.

El maquillaje nos reconstruye el alma
transforma nuestro cascarón,
Y de pronto nos sentimos
como un rey
o como una reina,
una Drag Queen.

Juan Luis González Hernández
Preparatoria 12
Publicado en la edición Núm. 12

Ideas oscuras Kassandra Edith Muro Ramon Preparatoria del Centro Universitario UTEG Campus Américas

Ideas oscuras
Kassandra Edith Muro Ramos
Preparatoria del Centro Universitario UTEG Campus Américas

Presentación de ponencias seleccionadas del V Coloquio Filosófico del SEMS 2016 «Hannah Arendt»

Las ponencias que aquí se presentan constituyeron el alma del V Coloquio Filosófico del SEMS “Hannah Arendt”. En ellas se hacen patentes las discusiones que ocupan a la reflexión filosófica internacional. Hay que decirlo: vivimos en un mundo preocupado y los jóvenes del SEMS lo evidencian en los trabajos a los que estas líneas preceden.

La pensadora que le da título a esta quinta edición del coloquio, creemos, es ya un símbolo. En ella se encarna la condición humana que ha alcanzado límites tal vez insospechados pero sí intuidos y anticipados en su obra. Una mujer que se abrió camino en la reflexión filosófica y política que en aquel entonces se creía de exclusivo dominio viril. Judía en la Alemania nazi, exiliada… una paria del mundo moderno. ¿Y no es, acaso, un mundo repleto de individuos la máquina productora de parias perfecta? En este sentido, creo que Arendt es la caja de resonancia adecuada para que las voces de las autoras (mujeres todas ellas) de las ponencias resuenen con mayor estruendo.

Una de las entregas que encontrará el lector, se pregunta, desde el mundo de consumo en el que vivimos, por la libertad. Un problema que forma parte de la tradición filosófica, pero arrastrado a un contexto del todo vigente, en el que la libertad deja de concebirse como un nodo metafísico propio de discusiones circulares, y que lo sujeta vigorosamente a la realidad concreta actual. El texto reflexiona sobre el vínculo que hay entre la economía y la libertad. Por un lado, la condición económica precaria limita la libertad, sin embargo, la otra cara de la moneda hace las veces del reflejo de la primera. Si bien no limita la libertad en lo que concierne a las posibilidades, sí ostenta en su pulcro tobillo el grillete del consumismo, mecanismo, a su vez, si no de esclavitud sí de control. Así, la pregunta que el texto sugiere al lector es si en un mundo capitalista, de consumo, como el nuestro, es posible la libertad.

El lector podrá encontrar una profunda reflexión sobre un problema al que la filosofía ha tenido que hacerle frente en los últimos años, esto es, el problema de los animales no humanos. Si bien es un problema multicéfalo, la autora se concentra en el asunto del espectáculo. Se pregunta si es legítimo utilizar a los animales no humanos como medios y productos de entretenimiento humano. Cuestiona el sentido que estos shows pudieran tener y con ello, por extensión, es cuestionada la conciencia moral de quienes consumen espectáculo nutrido por vidas y sensibilidades que, a juicio de la autora, han sido reducidas a mercancías y bienes en una lógica de mercado en la que todo es objeto de consumo.

Las ponencias que aquí se presentan, de una factura digna de reconocimiento, evidencian la reflexión viva que circula entre los estudiantes del SEMS, y que éste, a través del Coloquio y la publicación de los trabajos seleccionados, intenta estimular y detectar para dar el mayor alcance posible a las voces e ideas de los jóvenes. Sea, pues, invitado a su atenta lectura.

Jonathan Isaac Flores Ascencio*

 

*Es licenciado en filosofía y maestro en Estudios Filosóficos por la Universidad de Lleida, España. Ha publicado en diversas revistas y libros colectivos. Actualmente es profesor de asignatura en la Preparatoria 7 y profesor de tiempo completo en la Universidad Pedagógica Nacional.

Existo y luego soy

Laura Susana García Gámez
Preparatoria 9
Participante del V Coloquio Filosófico del SEMS 2016
“Hannah Arendt”

Abstract

Este ensayo tiene como principal eje articulador el de encontrar una razón a la existencia humana, pasando a través de distintas “razones” ya postuladas e incluso aceptadas por algunos, a lo largo de la historia. También se tocarán temas tales como la toma de decisiones, la libertad, el libre albedrío, el suicidio, la individualidad, la especie, el individuo, el colectivo, la existencia misma y la comprobación de ésta. Asimismo se hablará de distintas posibles respuestas a la cuestión ya mencionada, descartando algunas y aceptando otras, aunque se argumentará por qué no es mi postura hacerlo de manera definitiva, dado el trasfondo, el contenido y las ideas que entran en contradicción. Estas respuestas han sido citadas a partir de los trabajos y obras de otros autores, quienes buscaban lo mismo que yo. Es por lo antes mencionado que tengo la esperanza de que disfruten esta disertación filosófica al igual que lo experimenté al escribirla, expresando mis argumentos y las posturas que asumo en términos filosóficos.

El objetivo principal de este ensayo es tratar de buscar el sentido de la existencia humana, pero a cada letra que plasmo me voy preparando para cualquier respuesta que podamos encontrar e incluso considerar la posibilidad de que no lleguemos a encontrar alguna, porque, como aseveró Fromm (2004), “el hombre es el único animal para quien su propia existencia es un problema que tiene que resolver”. (p. 230)

Es probable que el sentido de la existencia humana sea un tema que se ha tratado desde ese transitar del mythos al lógos, con el descubrimiento y el uso de la razón.

Desde luego que, como especie humana, hemos intentado darle sentido a través de diferentes religiones, desde el planteamiento de que Dios nos creó a imagen y semejanza suya para, posteriormente, darnos orden de poblar y conquistar este planeta. Esta fue la idea que prevaleció hasta que se empezó a cuestionar el cristianismo y otras concepciones basadas en la existencia de un Dios omnipotente y eterno. Si usamos un poco de lógica, nos daremos cuenta que, por mera extensión, Dios es quien va poblando el mundo poco a poco, ya que somos imagen y semejanza de él, convirtiendo nuestro sentido en un medio.

Ciertamente es complejo definir el sentido de la existencia, pues a veces el existir ni siquiera se puede comprobar más allá de nosotros, poniendo en duda nuestra propia existencia y, ¿para qué dar sentido a algo cuya existencia no se puede asegurar? Como Sartre (1998) solía decir “… todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad” (p. 111).

Es reconocer que el mundo rota sobre su propio eje hacia un solo sentido; los planetas se mueven alrededor del sol, igualmente en un sentido. Biológicamente la vida corre en un sentido de forma rigurosa, incluso nuestro cuerpo produce movimientos hacia un solo sentido. Pero en filosofía el sentido no es riguroso; casi me atrevo a decir que el sentido no se mide de forma objetiva, sino de manera subjetiva. Y es que primero existimos, luego decidimos a dónde caminar, qué ser y, obviamente, qué sentido tiene el existir.

Pero habrá otros que aseguren que todos tenemos una razón de ser, y puede que sea verdad así como puede no serlo. Es más fácil decidir si vas a construir una silla o una mesa antes de en verdad construirla. Pero en el caso de los humanos no somos una silla o una mesa que tienen funciones definidas. Aunque tenemos un par de cosas en común, como que habrá mil y un diseños, mil y un colores pero, lo objetivo en esta consideración es que, no obstante esas aparentes diferencias seguirán siendo una silla o una mesa.

Resulta cómodo creer que fuimos creados por algo más grande que nosotros, algo que nos dio una misión específica y que sólo estamos aquí para seguir de forma ciega y sumisa su palabra, sus mandamientos y sus enseñanzas. Por otro lado, tenemos la suposición de que biológicamente fuimos creados como una plaga para evitar la sobrepoblación de otras especies. Fuese cual fuese nuestra misión en un principio es muy posible que ya no sea la misma que tenemos actualmente, pues somos seres que se encuentran en cambio constante (el sentido dialéctico de la existencia).

De lo que se infiere que, es posible afirmar que de una u otra manera, al nacer existimos, asumiendo que no es consecuencia de una decisión, sino, ante todo, por obligación y se fragmenta así el primerísimo sentido de la libertad. Esto nos conduce a aceptar que no tenemos libertad hasta llegar a cierta edad, donde ya estaremos en condiciones propicias para decidir qué hacer, qué decir y qué ser. Así, nuestra lucha interna de ser o no ser es eterna porque vivimos interactuando con los demás.

En este sentido, hay que recordar que las poblaciones están hechas de individuos, y dichos individuos tienen la “libertad”, aunque esta nunca será absoluta, de realizar lo que más les gusta; es un “libre albedrío” individual que genera dirección conjunta. Considero que este tipo de cuestionamientos sobre la existencia humana que hiciera Sartre (1969) lo llevó a manifestar que, en cierta forma “el infierno son los otros”.

Ya que hablamos de los otros, es momento de que nos vayamos enfocando un poco más en cada caso, porque, siendo congruentes con lo argumentado en párrafos anteriores, la libertad no existe, y si la libertad no existe entonces el sentido creado en conjunto no existirá tampoco. Cada uno es la consecuencia de sus circunstancias y de sus posibilidades. Yo quería ser hombre, por ejemplo, y heme aquí: mis circunstancias no me lo permiten, tampoco tengo la posibilidad de serlo. Así que no me ha quedado más remedio que seguir siendo mujer.

Pero son los pequeños detalles los que podrían dar pie a la dirección en conjunto, ponerse cierto tipo de zapatos, usar ciertos colores, el peinarse o mirar a alguien los que crean las modas, los objetivos y las razones. Son esas pequeñas decisiones de ceder o no el asiento en el camión, las que crean las reglas, los sentidos compartidos dentro de un grupo social.

Pero aún esos pequeños detalles no son completamente propios pues tenemos influencias externas, ya sea el calor, las miradas ajenas (esto puede variar según el nivel de importancia que cada persona tenga ante la opinión ajena), el contexto, la moral aprendida, la moral propia, los valores personales y los universales. No estamos predeterminados, no lo malentiendan, pero jamás tendremos una decisión total y completamente propia, y eso no es agradable.

¿A dónde me dirijo con todo esto? Sencillo: existir es un acto involuntario y obligado. Hallar una razón es una pregunta y es decisión de cada uno responderla o no, ahí entra la libertad absoluta, la decisión de acabar con la existencia o encontrarle sentido a la misma y seguir viviendo, aunque no sea de nuestro agrado. Casi podría afirmar que la razón del ser humano es ser libre, pero no, básicamente porque se me hace una aseveración incluso insulsa. Aunque, cualquiera que me conozca entenderá que para mí todo es, hasta cierto punto, soso.

Incluso el tener la opción de acabar con la existencia es una posibilidad pues, a fin de cuentas, todos vamos al mismo lugar, biológicamente hablando. Cosa que también sería tremendamente aburrida pues, ¿a quién le agradaría pensar que vive para morir?

Hagamos un recuento. No estamos aquí para servir a Dios (a menos que seas un creyente devoto). Ya no estamos para evitar sobrepoblaciones de otras especies porque nosotros mismos estamos sobrepoblados. Tampoco llegamos por decisión personal pero nos mantenemos por gusto y nuestras acciones afectan a un gran conjunto de humanos llamado población. Esta sinergia que se crea debido a las decisiones de otros es lo que genera movimientos políticos, modas, revoluciones e ideologías.

A partir de lo anterior, podríamos acercarnos de nuevo a una respuesta. Podemos suponer que nuestra razón actual (hago énfasis en actual pues es posible que cambie mañana), es la de buscar la libertad absoluta entre la fuerza sinérgica que existe en nuestra sociedad actual. Buscar un individualismo y libre albedrío que funcione en conjunto con el sentido ajetreado de un sistema capitalista y neoliberalista, incluso me atreveré a decir que habrá que destruir y construir una utopía. Pero esto es meramente una suposición.

Vamos a olvidar por un momento todo lo leído y pensar que la existencia carece de sentido. ¿Es aburrido, no es cierto? Es aburrido, insulso y entorpecedor ya que volveríamos al principio, o en su defecto tendríamos una nada justificada. Estamos ante “una nada criticable por su trasfondo y no criticable por ese trasfondo”. Sin una razón nosotros seríamos una nada, pero al final seguiríamos existiendo ya que, existo y luego soy.

Para finalizar, tenemos dos conclusiones. La primera es que existimos, sin una razón preconcebida (está dentro de nuestro libre albedrío buscarle el sentido). La segunda es que, desde el libre albedrío existe una sinergia en la humanidad, que es cambiante, volátil y flexible, pero también es rígida, aplastante y fuerte, así que jamás tomaremos una decisión total y completamente propia. Como jamás tendremos una decisión propia no podemos cambiar el sentido colectivo que ya existe desde hace siglos. Así que, nuestra razón existente sería la de la búsqueda de una libertad absoluta, una libertad que nos permita liberarnos de esa fuerza colectiva, existiendo primero y luego siendo. Pienso, al igual que Camus (1951), que ciertamente adaptarse a un mundo que carece de libertad es, como lo dije anteriormente, ser absolutamente libres, lo cual conlleva, en sí, un acto de rebelión.

 

 

 

Bibliografía

Camus, A. (1951). El mito de Sísifo. París: Editions Gallimard.
Fromm, E. (2004). Anatomía de la destructividad humana. México: Siglo XXI Editores.
Sartre, J. P. (1998). La náusea. Francia: Editions Gallimard.
Sartre, J. P. (2006). El existencialismo es un humanismo. México: UNAM. Varios. (2006). La Santa Biblia. México: Sociedades Bíblicas Unidas.

La dolorosa libertad

Nuestra Sombra Salma Damaris Ortega Dávalos Preparatoria Regional de El Salto

Nuestra Sombra
Salma Damaris Ortega Dávalos
Preparatoria Regional de El Salto

Nalleli Josefina García Salazar
Escuela Preparatoria 12
Participante del V Coloquio Filosófico del SEMS 2016
«Hannah Arendt»
Publicado en la edición Núm. 11

 

  “Se dice que vivimos en una sociedad libre porque tenemos cierto número de derechos constitucionalmente garantizados. Pero no es tan importante como parece. El grado de libertad personal que existe en una sociedad está más determinado por la estructura económica y tecnológica de la sociedad que por sus leyes y la forma de gobierno…”.
Theodore Kaczynski, filósofo y matemático estadounidense

 

Abstract

El presente trabajo trata de identificar algunos problemas derivados de una superficial interpretación del concepto de democracia. El ensayo hace visible una paradoja relevante y que exige aclaración: la democracia es necesariamente un sistema que niega la libertad, esto a partir de identificar que los instrumentos de la democracia como constructores de reglas y normas, implican la negación de la autonomía individual. Igualmente muestra cómo esta libertad es negada de forma importante, aun en sistemas económicos desarrollados y prósperos como el capitalismo, donde la autonomía económica es insuficiente para garantizar una auténtica libertad.

 

La libertad es un tema al que le tenemos que dar más importancia en la actualidad, porque creo vivimos en una sociedad donde la libertad ha perdido su curso, por esta razón pienso que vale mucho la pena hacernos esta pregunta: ¿Somos realmente libres?

A lo largo de este ensayo trataremos un tema polémico, ya que pienso que la sociedad ha perdido su libertad sin darse cuenta. Ésa es precisamente la tesis que analizaremos en el siguiente trabajo.

Ahora bien, definamos libertad: según algunas fuentes la libertad es la capacidad del ser humano de actuar y no actuar según su criterio. Criterio, a su vez, se define como regla o norma conforme a la cual se establece un juicio o se toma una determinación; a partir de aquí tomaremos dos conceptos claves para poder clarificar nuestra definición de libertad: “norma” y “regla”, sin las cuales no puede definirse “el criterio” y este es fundamental para entender lo que es la libertad.

De esta manera “norma” es toda ley que se establece para ser cumplida por un sujeto y “regla” es un principio que se impone o se adopta para dirigir la conducta. Desde el momento en que se desglosan todos estos conceptos, podemos darnos cuenta que el significado que tenemos de la palabra libertad es muy diferente al que de manera natural o vulgar se tenía.

Tal vez muchos de nosotros no nos percatamos de que somos víctimas de una esclavitud que es liderada por el capitalismo, que utiliza estrategias comerciales para envolvernos en una sociedad industrial que de ninguna manera pueden, ni favorece el desarrollo de la libertad de sus integrantes.

Un ejemplo claro de lo anterior, es a la hora comprar algún artículo, trabajamos largas y duras jornadas sólo para comprar ese coche último modelo. En ese caso nosotros no fuimos libres de decidir si comprar el coche o no, nosotros lo adquirimos porque así está estipulado en la sociedad “si no tienes un automóvil no has tenido éxito en la vida”. Ese pensamiento de cierta manera te obliga a tenerlo, de lo contrario no estamos satisfechos o sentimos que algo nos falta.

Sobre el tema Herbert Marcuse señala lo siguiente:

“Una sociedad que parece cada día más capaz de satisfacer las necesidades de los individuos por medio de la forma en que está organizada, priva a la independencia de pensamiento, a la autonomía y al derecho de oposición política de su función crítica básica. Tal sociedad puede exigir justamente la aceptación de sus principios e instituciones, y reducir la oposición a la mera promoción y debate de políticas alternativas dentro del statu quo. (Marcuse 1992, p. 32)

Por otro lado, nosotras las mujeres sólo queremos el vestido que vimos en una tienda porque a la modelo se le ve fantástico, aunque ni siquiera nos guste como se nos ve, o compramos esa crema reductiva que nos hará adelgazar diez kilos en una semana, porque nos dicen que nuestra vida cambiará, o que de alguna manera seremos más bonitas y conseguiremos la atención de las personas, te pintan una situación perfecta. En estos casos la libertad sólo es una ilusión.

Estos son unos ganchos perfectos para las personas con poca autoestima, que son capaces de todo con tal de conseguir sentirse bien con ellos mismos. Incluso a veces preferimos gastar en lo innecesario por sobre lo necesario con tal de “quedar bien con la sociedad”.

Así es como el capitalismo juega con nuestras mentes, ataca nuestras debilidades y después las usa para vendernos una fácil y rápida solución a ellas. Este mismo sistema económico e ideológico, tiene tan bien estudiada la psicología humana, que se podría decir que se apodera de nuestra autonomía, haciéndola a su antojo. Él sabe muy bien que nosotros pagaremos lo que sea por satisfacer nuestras “necesidades”.

Aquí los medios de comunicación juegan un papel muy importante, porque ellos son el instrumento por el cual nos manipulan. Los medios emplean ciertas estrategias de publicidad donde nos muestran frases como: “si lo tienes, tu vida cambiará”, “te verás mejor” “serás la envidia de todos”.

Gracias a los estereotipos creados por nuestra sociedad, nos dejamos atrapar por esta publicidad, otorgándole nuestra libertad de pensamiento.

Sé que muchas personas me señalarán el hecho de que en las sociedades modernas cada uno de nosotros elige dónde comprar, qué comprar, qué leer y qué pensar, que uno decide vestir como se nos da la gana o vivir a su entera voluntad. Piensan así que cada uno de nosotros tenemos realmente la última palabra en cuanto si adquieren o no un producto. Muchos dirán que no son víctimas de los estereotipos, que ellos están más allá de “ser del montón”, que compran sólo lo que necesitan; con todo, la uniformidad de maneras de vestir, la semejanza de gustos, la ausencia de pensamiento crítico, me hacen pensar que esa supuesta libertad es una quimera.

Por otra parte, lamentablemente el capitalismo como sistema económico no es el único que nos quita libertad, ya que al analizar nuestra forma de gobierno, podemos observar la manera en que nos reprime. El supuesto sistema político que nos rige es la democracia, que lo entendemos como “el gobierno del pueblo”, es decir, que el pueblo de alguna manera dirige a sus gobernantes, brindándonos así el derecho a votar. Según la democracia “la mayoría gana” así que esto me hace preguntarme: ¿Si la mayoría gana, entonces qué pasa con el resto? ¿Es imposible que haya libertad para todos?

Tal vez este dilema sea difícil de resolver, pero lo único que puedo decir es que a mí no me parece que esto promueva la libertad como se dice, para muchos la democracia no es más que una la dictadura que uno mismo elige.

De esta manera se puede entender la inconformidad en el mundo. Nuestras supuestas decisiones no son más que la victoria de un pueblo que nunca tiene una cara definida. Para que nuestra voluntad sea tomada en cuenta, tenemos que ser parte de esa “mayoría” que siempre sale victoriosa, tenemos que aceptar la uniformidad con la mayoría. ¡Qué lástima! La libertad no debería ser cuestión de suerte o de apegarse al rebaño.

Según Octavio Paz: “Una nación sin elecciones libres, es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos”, yo pienso que es verdad, sólo que a nosotros nos dicen hacia qué dirección hablar y mirar, esas “elecciones libres” de las que habla, sólo se dicen así porque tienes cierta libertad para elegir a gobernantes que ya están predeterminados para que sólo elijamos a uno.

Tal vez si comparamos a la democracia con algún otro sistema político como la dictadura, muchos creerían que tenemos una libertad absoluta, porque puedes involucrarte en ciertas decisiones del Estado cuando antes tu voz nunca era escuchada o tomada en cuenta, o me dirán que hoy al menos hay una mayoría de la población que sí se toma en cuenta.

Pero no, no se trata de comparar si a nosotros nos impusieron la democracia como sistema político entonces creo que no deberíamos catalogarnos como una nación libre, no es cuestión de que tomen en cuenta a la mayoría y a otros no, todos tenemos derecho a ser tomados en cuenta, la libertad no debería ser sólo para unos cuantos o para la mayoría.

En conclusión creo que el concepto de libertad no es lo que nos han hecho creer, los sistemas políticos y la economía han distorsionado este significado.

Puede ser difícil pensar que simplemente al ir de compras nos estamos atando una cadena, pero es así, somos presos del consumismo. Nuestro problema es que creemos que lo que la mayoría diga es lo que está bien y por eso nos vemos envueltos en esta situación, bajo este pretexto accedemos a transferir a otros nuestra libertad, sólo para “vernos bien” para evitar quedar fuera del rebaño, para no aceptar nuestra propia responsabilidad y para evitar asumir la dolorosa conciencia de tomar las riendas de nuestras vidas y con ello evitamos darnos cuenta de lo que somos.

Bibliografía

Marcuse, Herbert. (1992). El hombre unidimensional. Planeta Agostine: España.

Kaczynski Theodore. (1995). Manifiesto del Unabomber. En https://sites.google.com/site/elrelatopoetico/documentos-e-informes-raros-y-curiosos/manifiesto-de-unabomber-la-sociedad-industrial-y-su-futuro-por-f-c

 

Los animales: ¿El mejor entretenimiento público o las víctimas de shows sin sentido?

Amelia García Luengas
Escuela Preparatoria Regional de Atotonilco, Módulo Ayotlán
Participante del V Coloquio Filosófico del SEMS 2016
“Hannah Arendt”

Abstract

Los animales no humanos (recordemos que también los humanos somos animales) son utilizados en los más variados ámbitos, como si fuesen objetos a nuestra disposición. Son vistos como meros medios para la satisfacción de intereses ajenos. Legalmente son considerados simples “bienes muebles”, objetos de propiedad, ignorando que son individuos con intereses propios. En el ámbito económico, se les considera simples recursos de los que hacer uso. A nivel moral, debido a la discriminación a la que son sometidos por el hecho de no pertenecer a la especie humana, se mantiene que sus intereses no merecen la misma consideración que los nuestros.

Así, son utilizados vivos como blancos en atracciones feriales, concursos o competiciones, en el circo, para publicidad u otras actuaciones, provocándoles sufrimiento, dolor o degradándolos a ser objeto de tratamientos antinaturales, etcétera, todo debido a la idea de que son seres inferiores al humano: porque se piensa que, al no poseer conciencia, no tienen emociones.

No hay duda que los animales son capaces de generar todo tipo de reacciones en quienes los observan. Pueden despertar afectividad, simpatía, sorpresa, expectación, miedo. Esto hace que se conviertan en un elemento interesante a utilizar en cualquier actividad que vaya dirigida a un grupo de espectadores en quienes se pretende generar algún tipo de emoción.

Los animales, y más concretamente, los domésticos, son los protagonistas de anuncios publicitarios (el ejemplo más conocido es el de perrito que anuncia un conocido papel higiénico y que transmite suavidad), de series de televisión (el perro alemán Rex es la estrella de la serie que lleva su nombre) o de escenas de numerosas películas (los títulos de Disney que utilizan animales son numerosos, 101 Dálmatas o Bethoven), son ejemplos claros. Incluso algunos aparecen en programas de televisión demostrando alguna de sus habilidades especiales, como saber sumar y restar, bailar, o formando parte de un reality en el que una de las tareas de los concursantes es atender precisamente a su cuidado.

Pero las actuaciones de animales en espectáculos públicos no terminan en el cine y la televisión, sino que constituyen un reclamo aún mayor fuera de estos medios, estando prohibidas incluso algunas de ellas. Y en este campo sí que existen numerosos ejemplos. Es el caso de los perros en los canódromos, de los delfines, leones marinos o aves en determinados parques, del circo, de la fiesta de los toros, y también de las peleas de perros o de gallos, que son de las que más “penadas” están por las leyes.

Y, aunque de actuación propiamente dicha no se trate, sí forman parte del espectáculo (si así se puede llamar en muchos casos). Los animales que se emplean en fiestas populares aún son utilizados para cometer actos que podrían calificarse como maltrato; sin embargo, se justifican con la idea del mantenimiento de una tradición o con la de que hacen ganar dinero a quienes los organizan. ¿Pero qué culpa tienen estos pobres seres?

Aunque muchas personas piensen lo contrario, los animales son individuos capaces de sentir, de sufrir y disfrutar de su vida, con interés en tener experiencias agradables y evitar el sufrimiento y la muerte. El hecho de que sus capacidades intelectuales, lingüísticas u otras, difieran de las nuestras en tipo o grado no puede ser de ninguna forma una razón para tratarlos como si fueran un objeto. Para demostrarlo, se darán a conocer a continuación algunos estudios que argumentan las capacidades de los animales.

En el siglo XIX, el famoso científico Charles Darwin se dedicó a intentar averiguar las razones por las que los animales (y nosotros mismos) tienen emociones, en su libro The Expression of the Emotions in Man and Animals.

En él, comienza examinando los principios generales de la expresión, utilizando para ello la biología comparativa entre especies, sobre todo de animales cercanos a nosotros, además del hombre, buscando similitudes, motivaciones y utilidades. En el caso de los hombres, Darwin examina en profundidad expresiones de la emoción tan esenciales como el sufrimiento y el llanto, el abatimiento, la ansiedad, la pena, el desaliento, la desesperación, la alegría, el buen humor, el amor, etcétera. Estudió cada una de estas emociones, descomponiéndolas en sus elementos primarios y buscó puntos en común entre especies para aquellas que podían encontrarse en animales diferentes. Descubrió así que las emociones más primarias, como el miedo, parecen más extendidas por su obvia utilidad en ayudar a garantizar la supervivencia del individuo, mientras que otras más sofisticadas se han desarrollado sólo en el ámbito de las criaturas más inteligentes, es decir, aquellas que han evolucionado y avanzando más allá que las demás.

Por otra parte, ya en el siglo XX, el profesor Donald R. Griffin expresa, en su obra The Question of Animal Awareness, las siguientes cuestiones: ¿Qué tan complejos son los sistemas de comunicación animal? ¿Son los animales conscientes de lo que están haciendo? ¿Es el lenguaje en verdad una característica exclusivamente humana?

“Hay una curiosa idea que he planteado en todas mis obras, que ante evidencias muy débiles, los científicos tendemos a hacer declaraciones negativas muy rotundas: no hay ningún animal que haga esto; los animales no pueden hacer aquello y demás, cuando lo cierto es que no lo sabemos. Creo que deberíamos tener la mente abierta”, dijo una vez Griffin.

La Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, postula los siguientes puntos, basados en diversos estudios de diferentes ramas de las neurociencias:

  • Que en animales no humanos se ha mostrado que circuitos cerebrales correlacionados a la experiencia consciente y la percepción, homólogos a los humanos, responden de igual manera ante la manipulación externa.
  • Que la excitación artificial de las mismas regiones del cerebro genera comportamiento y estados emocionales similares en los animales humanos y no humanos.
  • Que en mamíferos y aves, las redes emocionales y microcircuitos cognitivos parecen ser mucho más homólogos de lo que se pensaba.
  • Que algunas especies, como grandes simios, delfines y elefantes, presentan similitudes con los seres humanos en los estudios de autorreconocimiento en el espejo.
  • Que los sentimientos emocionales de los animales humanos y no humanos surgen de las redes cerebrales subcorticales homólogas.
  • Y finalmente declaran: “La ausencia de un neocórtex no parece excluir a un organismo de experimentar estados afectivos. Evidencia convergente indica que los animales no humanos tienen la neuroanatomía, neuroquímica y sustratos neurofisiológicos de los estados de conciencia, junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos que generan la conciencia. Los animales no humanos, incluyendo todos los mamíferos y aves, y muchas otras criaturas, como los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.

Gracias a las referencias anteriores, se puede argumentar que los animales no humanos tienen similitudes con nuestra especie: al contar con emociones, tales como el miedo y el dolor, tendrían que ser considerados como iguales, y en consecuencia, no deberían ser tratados como objetos, tal y como ocurre en espectáculos públicos como circos, corridas de toros, peleas de perros, carreras de caballos.

Para hacer conciencia sobre el sufrimiento que se le infringe a un animal en uno de estos shows, se da a continuación un resumen de lo que pasa en la famosa “fiesta brava”:

Las corridas de toros son un espectáculo bochornoso en tres actos, de unos veinte minutos de duración, que escenifica la falsa superioridad y la fascinación enfermiza con la sangre y la carne de la que se alimentan, contra toda lógica ética y dietética, de quienes creen tener un derecho divino a disponer a su antojo de la vida de otros seres sensibles, llegando incluso a justificar y trivializar la muerte del toro como arte y diversión.

Con lo anterior, se llega a la conclusión de que el uso de los animales no humanos para el entretenimiento debe prohibirse de manera legal, pues es un acto completamente cobarde, debido a que no existe nada más patético que una multitud de espectadores inmóviles presenciando con indiferencia o entusiasmo el maltrato a un pobre individuo que no ha hecho nada para merecer tal violación a sus derechos como ser vivo. Su interés en vivir, ser libre y no sufrir debe ser respetado.

Bibliografía

  • Charles Darwin. (1872). The Expression of the Emotions in Man and Animals. London: The University of Chicago Press.
  • Donald R. Griffin. (1976). The Question of Animal Awareness. New York: The Rockefeller University Press.
  • Fabiola Leyton. (2012). Los animales no humanos tienen conciencia. 29 de julio de 2012, de Ecosofía. Org. Sitio web: http://ecosofia.org/2012/07/los_animales_no_humanos_tienen_conciencia.html

 

¿Por qué nos gustan tanto los cuentos?

Los cuentos, desde su milenaria cuna oral, han dado estructura, motivo y razón al mundo y a la humanidad. ¿Qué son si no cuentos las mitologías antiguas y los relatos cosmogónicos que abarcan las culturas indoeuropeas hasta las propias de América? Desde entonces los cuentos nos explican, modelan y tranquilizan, aunque sean brevísimos o se desarrollen al otro lado del planeta. El cuento podría estar impreso en el ADN humano de tan antiguo que es.
Los cuentos son, casi siempre, microcosmos que se conciben en las primeras frases y colapsan con el desenlace. Y, aunque su origen sea el valor aleccionador, estos nos han permitido escapar de nuestra realidad, vivir en otros mundos, conocer infinidad de personajes y entretenernos una y otra vez. Leer un cuento es reconstruir un mundo ajeno haciéndolo propio.
Sobre ello, Jostein Gaarder comenta que, como no es necesario aprender a respirar ni recordarle a nuestros corazones que deben latir, tampoco necesitamos aprender a escuchar cuentos y mucho menos a contarlos nosotros mismos. Para el narrador y filósofo, el cuento es una forma de comprensión de los seres humanos y, como tal, prevalece por sobre toda diferencia cultural.
Practiquemos esta experiencia milenaria en las siguientes páginas, presiona el botón de modo cuento en tu interior y disfruta de estos viajes.

Anja Aguilera*
Publicado en la edición Núm. 11

 

 

*Originaria de Zihuatanejo, Guerrero. Estudió Letras en la UNAM y se dedica a la corrección de estilo, la escritura creativa y la fotografía. Es autora del libro-fichero Prímula piel y coordina, junto con Miguel Reinoso, las tertulias literarias “2 poetas 2 y una musa” en Guadalajara desde 2015.

Una soledad más honesta

La foto salió Aislinn Arguelles Rojas Preparatoria Regional de El Salto

La foto salió
Aislinn Arguelles Rojas
Preparatoria Regional de El Salto

¿Por qué tendría que estar en el limbo? ¿Acaso había muerto? No. Simplemente fue un cambio de estado, un tránsito normal de un mundo físico a un mundo más fácil, descomplicado en el que habían sido eliminadas todas las dimensiones.
Gabriel García Márquez, “Eva está dentro de su gato”

A las tres en punto salió del café D´val, en el 688 de la calle Pedro Moreno, la tarde pasaba más lenta que de costumbre, aún tenía una hora para comer antes de ir a su próximo compromiso, caminó seis cuadras hasta llegar al Mercado Corona, pero esta vez prefirió comer enfrente, en una pequeña fonda que había visitado anteriormente. Esa ocasión pidió el guiso del día, un plato de carne en su jugo, aunque siempre había sido fiel al filete de pollo con frijoles fritos, tolerable para los 25 pesos de su costo. No había mesas disponibles y esperó a que un lugar estuviera libre. La mesera la llevó a la mesa trece del segundo piso, era una mesa naranja para cinco personas con sillas azules, que daban de frente a un espejo, dando la posibilidad de ver a las demás personas comer. Mientras esperaba que le trajeran su plato, miró en el espejo un rostro que apenas reconoció, se dio cuenta, que estaba terriblemente sola, o por lo menos ella lo sentía así.

No era una soledad verdadera, más bien interior, pensó, venía de una reunión con los compañeros y en media hora se hallaría en el Bolerama con sus amigos de preparatoria, entonces, ¿por qué se sentía sola? Llegó su orden y a la par de los bocados que introducía en su boca, crecía un sentimiento de extrañeza en su garganta, las pupilas se sumergían en un espejo donde no podía encontrarse, sólo podía ver a las personas a su alrededor, una familia comiendo a la derecha, un par de amigos atrás y a la izquierda, y en un rincón una señora que parecía estar igual de sola que ella, con la diferencia de que estaba hablando con alguien por teléfono. Así continuó y mientras tragaba un bocado, pensaba que todas esas personas estaban menos solas que ella. Bocado, soledad, bocado, soledad, bocado…

Aún no terminaba de dar vueltas al asunto cuando el plato ya estaba limpio, se paró de la mesa, bajó las escaleras y pagó sin dejar propina. Salió de la fonda y caminó con dirección al compromiso que tenía en veinte minutos. En el camino se encontró con cientos de rostros desconocidos y con la certeza de sentirse rechazada por sí misma. Caminó y dio vuelta a la derecha, siguió recto por la ruta que siempre tomaba, Juárez, después Colón, no por ser el camino más rápido o corto, sino porque era el que sus pasos conocían a la perfección.

Tres metros, volantes de comida china, cinco metros adelante, becas para escuelas de inglés, cuatro metros más, un artista callejero pintando con gises el suelo, paisajes que poco a poco son borrados por los pasos de la gente que va ciega y con prisa, seis metros, un semáforo que los peatones difícilmente respetan, y así hasta llegar a la terminal de la ruta. Corrió para alcanzar el camión, intentando ignorar el dolor que se hacía presente en su rodilla siempre que corría sin calentar. Subió las escaleras, después recibió la mirada de recelo del conductor por pagar con Transvale y se sentó en el lugar más cercano a la puerta trasera, como era su costumbre, para evitar el tránsito interno del pasillo.

Llegó de golpe la siguiente zarpada, cerró los ojos y no había nada esta vez, ni recuerdos o fantasías poco alcanzables, lo que de costumbre encontraban allí al comprimir la vista, abrió los ojos asustada con esa revelación, y prefirió no cerrarlos de ahora en adelante y mejor observar por la ventana. Bajó del bus y optó por llegar hasta adentro creyéndose atrasada en tiempo, se dirigió a la taquilla del boliche, aún no llegaba nadie, miró la hora en su teléfono, era comprensible, llegó unos minutos antes, y conocía los retrasos que siempre cometían sus compañeros.

Esperó en la entrada, se sentó en un lugar que diera de frente a la calle, aunque el sol le daba de lleno y le cegaba la vista. Diez minutos, no se veía venir nadie, veinte minutos, las cosas no habían cambiado mucho, treinta minutos eran suficientes para hacer una llamada y preguntar qué pasaba.

–Oye, ¿qué pasa?, vienes algo tarde.
–En realidad no podré ir, disculpa, estoy un poco ocupado, hablamos después.

Colgó. Dio por hecho que los demás tampoco venían en camino, reparó en la situación, entonces decidió llamar a alguien a quien siempre acudía cuando se sentía quebrada.

–¿Está en su casa?
–Sí, ¿por qué?, ¿necesitaba algo?
–Sólo quería saber si no le molesta que lo visite.
–No, en realidad estoy aburrido.
–Está bien, lo veo en 15 minutos.

Aún no colgaba cuando ya iba en esa dirección, de camino tomó una hoja que le cayó en la cabeza y descubrió con su tacto toda la geografía, también se hizo de una tapadera de refresco, la hizo cruzar el pavimento, piedras de empedrado y tierra, de patada en patada. Llegó poco después de los quince minutos, tocó a la puerta, él abrió y ella se fue de paso hasta su habitación, quitó la ropa sucia que estaba en el suelo, recorrió unos zapatos y pateó la basura debajo de la cama, después se tiró al suelo y volteó al techo aún con temor de que al cerrar los ojos no vería nada. Contó la pequeña plaga de hormigas que se metía en una grieta en la esquina. Fueron trece.

–Me siento sola.
–Usted siempre está sola.
–Esta vez es diferente
–¿A qué se refiere?
–Creo que ahora me pesa estarlo.

La mesera llegó con la cuenta en la mano, ella apartó la vista del espejo y miró un plato vacío, se paró de la mesa, bajó las escaleras, pagó sin dejar propina, salió de la fonda y caminó en dirección al compromiso que tenía en veinte minutos.

 

Karla Elizabeth Martínez Cruz
Preparatoria 12
Publicado en la edición Núm. 11

Sin pluma ni tintero

En la calle De las Margaritas contando el número 87, se encontraba una hermosa casona, de edad indistinguible, esplendorosa a la vista como cada uno de los bienes que poseía el importante dueño, cuyo apellido podía leerse en letras doradas sobre brillante placa que decía: “Familia Almonte, gente de palabra honrada”. Y mirando dichosa placa como por primera vez, un viejo cartero lanzaba discretamente una carcajada incrédula, mientras depositaba un puñado de gordos sobres dentro del magnífico buzón.

Levantando su gorro, deseándole un buen día al arrugado mensajero, un hombre bien vestido, pero sin llegar a elegante, cruzaba por la bella puerta de herrería, dispuesto a investigar el contenido del refinado casillero.

–¡Rosalía! ¡Mire cuántas cartas han llegado! Una docena para su padre y otras dos para quién sabe –decía en voz alta el atrevido joven, quien tranquilamente entraba por el finísimo portón de madera.

–¡Pero si me ha dado un buen susto, entrando así como si de su casa se tratara! –respondió Rosalía algo alterada.

–¿Qué no me ha dicho usted que ésta es como mi casa, Que puedo pasarme por aquí cuando quiera, que no hay ningún problema?

–No lo decía tan literal, pues al menos podría tocar a la puerta.

Dando un profundo respiro primero, soltando una coqueta risa después, la joven se acercó al muchacho y plantándole dos besos, uno en cada mejilla, le invitó a tomar asiento mientras separaba cuidadosamente los voluminosos sobres.

–¡Doce cartas para mi padre! –se quejaba molesta–. Y no son las primeras.

Me hubiera avisado que saldrían tanto tiempo fuera, pero ese hermano mío puede ser tan cabeza dura. Ahora diga usted, ¿quién cree que debe reenviar toda esta correspondencia?

–¿Y por qué no le avisa a esos que envían las cartas que el señor de la casa no se encuentra? –preguntó el joven aun estando de pie, con un tono de voz que sugería que ya se imaginaba la respuesta.

–¡Porque no les conozco! –exclamó ella irritada y después de una breve pausa continuó–. Banqueros, funcionarios, burócratas… ¡Sabe lo mucho que me disgusta esa gente! Además no podría estar menos interesada en los asuntos de mi padre, manteniendo estas relaciones… ¿se imagina para qué? No, usted no podría saberlo. ¡Usted tampoco conoce a esa gente!

Rosalía calló de repente analizando sus palabras, se hizo un silencio desagradable, donde el joven, satisfecho con la respuesta pero a la vez apenado, se arrepentía de su manía de hacer preguntas provocadoras, como también ella deseaba a veces poder ser menos directa y pensar mejor en lo que decía.

–Veo que ha podido leer los destinatarios en los sobres –articuló rápidamente la joven para iniciar una conversación de nuevo.

–Así es, amiga mía, ya no me es complicado leer textos cortos, aunque los más largos siguen siendo problemáticos. ¡En cuanto veo amontonadas muchas letras me pongo de nervios y se me olvida cómo pronunciar cada una! ¡Ah, pero no se preocupe que si estoy tratando con el libro que me ha prestado, y aunque un poco lento, he leído yo solo desde la página dieciocho hasta la cuarenta y ocho!

Al escuchar todo esto una sonrisa se dibujó en el rostro de Rosalía, alegrada por el progreso que presentaba su amigo.

–Tal vez pueda enseñarle a escribir de una buena vez –sugirió ella.

–¡Y que si no me gustaría! –contestó alegre–. Pues ya que hablamos de cartas, justamente ayer pensaba en cómo quisiera enviar una. Pero ¡pobre de mí que no puedo ni sostener bien una pluma!

–No se preocupe –dijo la joven riendo–, que a eso yo le enseño, aunque nos tomará un tiempo. Por ahora yo escribiré su carta.

Dirigiendo al muchacho hacia el despacho de su padre, se sentó Rosalía en el elegante escritorio del jefe de la casa y tomando una pluma, tintero y papel, preguntó con curiosidad:

–Entonces, ¿para quién es la carta?

–Para una mujer –respondió él suavemente–. Una mujer que admiro mucho.

–¿Acaso visitará a su madre? –cuestionó ella sorprendida.

–¡Oh, no, no, no! Mi padre no quiere verme ahí –opuso el joven de inmediato–. No. Es para otra mujer que he conocido y creo que ahora la amo.

–Ya me ha contado lo mismo antes y no ha funcionado una sola vez. ¿Cree que ahora ella sí le responda?

–¡Claro que lo creo! Esta vez sí va en serio –contestó firmemente.

–De acuerdo –asentó no muy convencida–. Y como sé que no me dará el nombre, ¿qué le parece si comenzamos así: “Mi queridísima niña”? Porque supongo que se trata de alguien joven.

–Sí, claro que lo es, es muy joven y muy bella.

–Bien –continuó algo escéptica–. Ahora dígame, ¿de qué quiere hablar?

–Pensaba iniciar con la frase: “Disculpe mi atrevimiento, pero últimamente…”.

–¡Usted es lo único en lo que pienso! –interrumpió emocionada.

–¡Exacto! ¡Justamente eso! Pero, ¿cómo lo supo?

–Lo sé porque recuerdo esa misma línea escrita en el libro que le he prestado –dijo traviesamente–. Si quiere que lo escriba, esperemos no se dé cuenta que lo ha sacado de una novela.

–¡Pero si se dará cuenta! Pues es una mujer muy inteligente, ¡y ha leído tantos libros que llenaría una biblioteca! –aclamaba exaltado.

–Disculpe que se lo diga, pero usted es siempre muy exagerado.

–Porque es la verdad, mire, mejor sigamos –aclaró su garganta–: “Usted es lo único que pienso, porque además de ser amable graciosa y sincera, tiene la sonrisa más tierna de la que haya dado cuenta”.

–¡Por dios! Debe ser un ángel –exclamó Rosalía riendo nuevamente–. Me parece que usted está tan enamorado que de verdad exagera, pero mire, a las mujeres nos gusta que nos hablen bonito, por eso lo dejaré así. Como sea, al grano, ¿cuál es el mensaje principal?

–Sí, veamos: “Es por ello que ya desde hace un tiempo he pensado realizarle una proposición: Quisiera que usted se casara conmigo”.

–¡Que se case con usted! –volvió a interrumpir la escribiente–. ¿No le parece muy repentino?

–Ya hace tiempo que le conozco –respondió el joven confundido.

–No es eso –aclaró ella–, es usted que no está en condiciones para realizar una boda.

–Eso no será problema, nos casaremos cuando pueda pagarlo todo. Sólo quiero que ella se entere de una vez, para que pueda pensarlo.

–Bueno, sabrá usted –dijo resignada–. Sepa que me gustaría poder ayudarle, pero conoce a mi padre, usted a él mucho no le agrada.

–No se preocupe, no me tiene que ayudar. Lo que ya ha hecho por mí es demasiado y nunca podré pagarle.

–Bien, basta ya de eso y volvamos al papel –decía ella ruborizada–. ¿Cómo le gustaría continuar su carta?

–“Si no puede ser pronto –continuó él, pensando cada palabra–. Esperaré el tiempo que sea necesario. Sepa que mis sentimientos son sinceros, que mi amor es sólo para usted y la haré feliz el tiempo que estemos juntos”.

–De verdad que esos libros que le he prestado le han afectado algo. Mire qué romántico se ha vuelto usted, aunque sigo pensando que es algo exagerado.

–Le digo que no exagero…

–¡Pero que sí lo hace! –replicó la joven fingiendo estar enfadada, pues en realidad le divertía esa conducta recurrente de su amigo.

Rosalía se levantó y buscando entre las cosas de su padre, encontró un sobre blanco. Firmó la carta con el nombre del muchacho, le metió en el sobre y se la presentó al joven, quien apenas la tocó con las puntas de sus dedos cuando ella sin soltarla recordó algo importante.

–¡Espere! No le he puesto al sobre la dirección del destinatario.

El joven se mantuvo en silencio un momento y sin tomar la carta dijo finalmente en voz alta:

–La dirección es calle De las Margaritas, número 87, dirigida a la señorita Ana Rosalía Almonte.

Ella no volvió al escritorio, no apuntó la dirección. Sostenía el sobre con manos temblorosas, con las mejillas rojas, con la sonrisa más tierna de la que él haya dado cuenta.

 

José Carlos Danell Haddad
Preparatoria 15
Publicado en la edición Núm. 11

Padre

─ ¡Ya cállense! ─suplicó a berridos, mientras se cubría los oídos con la almohada.

Se soñó escritor.

Padre de un manuscrito esférico. Con parsimonia, pasó la vigilia que no se termina, que se prolonga, que sólo se convierte en pesadilla. Placebo para intentar soñar. Para creer que se soñó.

Amnesia, dulce engaño.

Al iniciar el día, Él había continuado con naturalidad su labor cósmica: se encargó de que la materia siguiera atrayéndose mutuamente, aunque, aumentado el espacio que la separaba, trazando más grande el infinito. Vigiló que los segundos no variaran su estricto compás áureo, que los neutrones de los púlsares no intentaran rebelarse alterando la radiación electromagnética de sus revoluciones, que Venus no cambiara su rotación en sentido de las agujas del reloj, que el día pudiera continuar como otro de sus sueños.

Después de escribir el guion de la representación teatral, comenzó a abrir los ojos, retirándose con los nudillos la secreción de polvo estelar acumulada en la comisura de los párpados. A decir verdad, Él no necesitaba dormir, sólo gustaba de soñar; deteniendo el tiempo, tranquilo de seguir ejerciendo poder sobre las melifluas notas que volaban como entrelazadas cuerdas, dándole un timbre a los colores, creando un iracundo estruendo con los erráticos fotones.

Vivía en dos tiempos. Vivía dos veces.

Delimitaba su día sin regirlo por un sistema sidéreo, lo hacía consultando los latidos de su corazón, la diástole de un hoyo negro destellando intermitencia de rayos X.

Con pesadumbre, alivió la carga del automatismo matutino sirviéndose el desayuno. Comió su platillo favorito: sopa de condensado fermiónico. Sereno, sintió cómo el superfluido a una millonésima de grado sobre el cero absoluto le helaba la boca, masajeando sus papilas, viajando como tenues ondas que morían en breve. El sabor de las partículas elementales siempre lo ponía de buen humor.

Visitaba los sistemas estelares con la convicción de centinela omnipresente; viajaba tranquilo de un lugar a otro, comiendo un helado de neutrinos sabor electrónico, aprovechando sus oscilaciones. Así, en Alfa Centauri era sabor muónico, y al llegar a Sirio, su mano sostenía un barquillo de helado tauónico casi derretido.

Le gustaba jugar a la rayuela creando nuevas constelaciones (obligado a hacer más estrellas para satisfacer tal capricho), trazaba sutiles líneas, cuidando con precisión la posición de cada una, perfecta, uniforme. Como un niño, dando pequeños saltos perfectamente ubicados, trataba de convencerse de que algún día, en algún momento, podría equivocarse y pisar la raya. Equivocarse, privilegio del que nunca gozaría.

Creado el Universo, la mitad de su rutina consistía en recordar los aconteceres en una línea del tiempo de dimensiones ridículas. Cuando pasaba las tardes descansando en alguna nebulosa, presenciando el interactuar de las fuerzas fundamentales en los quarks que creó en la oscuridad (es mi deber aclararle al lector: le molestaba la arbitraria justificación gramatical del nombre Quark, siempre tuvo desagrado por Finnegan’s Wake: ¿cómo Joyce se atrevió a la realización de un acto tan impío como lo es inmortalizar una resurrección con vodka?) era más consciente de que lo sabía todo, de que todo se dilataba para volver a implosionar; entonces se preguntaba si su trabajo tenía sentido. Esbozar amaneceres, definir la Historia, trabajar con decisión, darle tinte a los ocasos, apagar las luces: comenzar de nuevo. ¿Acaso los humanos se mofaban de Él cuando idearon a Sísifo? Era mejor callar, se había inquirido lo mismo el día anterior.

El director de la Orquesta, de la Obra; a fin de cuentas el telonero.

Su calefacción en el frío del espacio era la ebullición del microcosmos originada por el juego de los electrones de valencia, enlazándose con gozo, haciendo un calambur de la materia. Así todos los días: reversibles, extrapolables. Se podía comenzar por el final, terminar por el principio, un palíndromo monótono. Ser El Todo y crearlo todo, impregnando su espíritu en aquello que ocupaba espacio, transmutado en una alotropía absoluta.

Víctima del aburrimiento creó al hombre, ser que nacía de la tierra a la que volvería al morir (reconocía la pretenciosidad de tal concepto). Le dio un nombre, un reino llamado Universo, una gallardía mortal, una tendencia a perecer para glorificar su existencia. Adán, rey, formado por minerales cenozoicos, hidratado por el plasma de éter que le recorría la aorta. Eva, reina, postrada en un altar, preñada de libertad.

Al darse cuenta el macho del vigor de sus testes y la hembra de la fecundidad de su vientre, otorgar vida a los humanos se volvió un trabajo perpetuo. “¿Por qué no los castré cuando pude?”, se recriminaba melancólico, moldeando la masilla con los dedos, preparándose a exhalar. No solamente debía crearlos, debía darle razón a la presencia de cada uno de ellos. Pero Él continuaba solo, encargándose de narrar todas las historias sin detenerse a leer la suya.

Quizás Él también era una idea. Quizás era el único sueño que se soñó a sí mismo.

Así cavilaba Dios antes de dormir, condenado a ser, único castigo que le heredó al hombre.

Había comenzado a sufrir esquizofrenia nocturna desde hace más de cien mil años. De pronto, las voces inundaron nuevamente el interior de su cráneo (¿cómo se propagaba dicho sonido en el vacío?). Dirigió su mirada a la Tierra: eran los hombres, orándole.

─ ¡Ya cállense! ─suplicó a berridos, mientras se cubría los oídos con la almohada.

 

Leonardo Miguel Gutiérrez Arellano
Preparatoria Regional de Santa Anita
Publicado en la edición Núm. 11

Look down Alison Alexa Valadez Olivares Preparatoria Regional de El Salto

Look down
Alison Alexa Valadez Olivares
Preparatoria Regional de El Salto

Un hermoso árbol

Bien dicen que la tierra guarda secretos fantásticos, tan impresionantes que realmente provocan miedo, escalofríos y que rompen toda creencia “absoluta” en cada persona. Aunque tanta fantástica ilusión sólo se presenta en aquellos que guardan en su interior un poder más fuerte que el ser humano ordinario no podría siquiera desarrollar.

­–Me sorprende que seas un caballero de los Aderslos –escuché la voz de mi madre mientras tocaba mis mejillas con sus manos, que por la edad estaban ásperas, pero que al tocar mi piel con amor se volvieron tan suaves como la seda. –Serás un caballero demasiado joven. Un gran honor te espera.

–A mi padre le hubiera gustado verme así, le hubiera agradado ver que por lo menos un hijo suyo pudo llegar a tan alto rango en la Corona –le dije–. Siento en verdad que no esté el aquí. Él me hubiera dicho algo para sentirme aún mejor o peor, sus declaraciones siempre tenían dos intenciones.

Mi madre me siguió mirando con amor y se dirigió hacia la mesa del comedor donde estaban mi yelmo y mi espada. Mi armadura perteneció a mi padre, le fue dada cuando también llegó a ser caballero de los Aderslos, su honor estaba reflejado en la pureza del metal y de los gravados más detallados que había visto en mi corta pero tan fantástica vida. La armadura se componía de un color negro que con la luz, en algunas partes parecía cambiar a blanco. Tenía picos que asemejaban alas en las hombreras al igual que en los sobrecodales. El peto y las musleras eran la simulación de hojas de arce real, una sobre la otra hasta terminar. Era una armadura llena de gloria.

Al salir, sentí cómo mi madre se llenaba de alegría aunque también había algo de angustia ya que servir a la Corona era digno de la divinidad, pero eso representaba un costo mucho más grande: perder la vida. Subí a mi caballo, de cuyo nombre apenas supe en aquel momento: Uusi Kohde, ahora compartiría con él el viaje que me conduciría a mi nombramiento. Cabalgué hasta la tierra de Resurrección donde empezaría mi trabajo, una labor de suma importancia, ya que resguardaría la salud de mi Rey Fausto Alderslos De Cingne. Me nombró caballero cuando él, estando en Sirnea De Veltra, de donde yo provengo, al sur de Resurrección, casi pierde la vida en un bosque. Siendo yo un hombre leñador, coincidimos. Pudo haber muerto por la hierba maldita, quien la toca perece a las dos horas. Un leñador sabe qué plantas tocar y cuáles son para curar, quizá mi destino era conocer la planta que lo curaría y salvaría de pasar a las tierras de los abismos. ¿Qué otra riqueza podría aceptar del Rey?

Al llegar a las puertas del enorme castillo, me recibió otro caballero del reino y me llevó a la habitación donde viviría de ese momento en adelante. Caminé por el castillo para conocerlo y reconocer las habitaciones reales. La acústica era muy vaga en ciertas áreas del castillo, los pasillos tenían antorchas a cada cinco metros de distancia y las alfombras rojas como la sangre cubrían los pisos de las escaleras. Ante mi vista, todo era sublime, nunca había entrado al castillo.

Al seguir mi recorrido por los jardines reales me encontré con los árboles de arce real (el arce real es la insignia de Resurrección) que estaban dispuestos estratégicamente para cubrir el castillo, al adentrarme más pude ver una silueta femenina jugando con las hojas caídas secas. Intenté retirarme antes que se diera cuenta de mi presencia pero fue en vano.

– ¿Quién eres? –me preguntó.

–Nadie importante ante sus ojos, señorita –dije inclinándome
Ella sonrió cerrando sus ojos y manteniéndolos así siguió:
–Ahora están cerrados y puedes decirme quién eres.
–Soy el nuevo caballero del Rey, y me temo que yo no debería estar aquí, señorita, así que pido su permiso para retirarme.
Abrió sus ojos, a primera vista no descifré el color de su iris, pero al verlos por segunda vez, logré ver que eran de un gris metálico. Hermosos. Ella se levantó de donde estaba sentada y con una voz frágil y amorosa me dijo que era la hija del Rey y que me permitía que estuviese con ella un momento. Extendió su pequeño y claro brazo y me dio la mano para que la acompañara a su estancia en los prados. Tomé su mano con delicadeza y me senté a su lado.

– ¿Sabía que hay muchos árboles? –preguntó.
–Creo que hay los suficientes, mi lady.

–Estamos en un mundo donde las personas se hacen árboles, y después vuelven a ser seres humanos. Yo nunca lo he podido hacer, es algo difícil. La primera vez que lo intenté fue muy pobre mi poder, apenas sentí otra energía en mi cuerpo. Conforme lo estuve haciendo pude sacar de mis dedos ramas, pero me asusté y desaparecieron. Y desde entonces quiero hacerlo, pero me invade el miedo.

Sus palabras me hicieron sentir como un padre que le cuenta una historia a su hija menor. Pero era ella quien me contaba la historia. Para no ofender su imaginación, le seguí la corriente diciéndole que no había nada que temer, que la naturaleza estaría de su parte y que yo la ayudaría a ser realidad su deseo de ser un árbol. Cuando terminé de decirle esto, llegó un sirviente del Rey pidiendo que, según palabras de su Alteza, lo acompañara a comprar las provisiones para el castillo. Me despedí de la inocente criatura y me retiré del castillo.

Mi primera tarea como caballero fue cuidar las espaldas de un criado, una historia absurda de contar. Llegamos a los puestos de fruta y verdura que estaban en el mercado. El criado bajó de la carretilla para ir por la lista inmensa de comida, yo, desde mi lugar sobre Uusi Kohde, lo miraba hacer su trabajo y observaba, además, hacia los otros puestos y las personas que caminaban.

Frente a la taberna estaban unos puestos de calabazas y ahí logré ver la figura de una doncella con un vestido rojo y otra prenda negra. Ella sintió mi mirada y me devolvió la vista, tenía un hermoso rostro y unas manos que parecían ser suaves, llevaba un anillo en forma de árbol, no le noté un mal ni un disgusto. Bajé de Uusi Kohde para dirigirme hacia ella, pero en ese momento empezó a caminar y a alejarse de mí; aun así, tenía inquietud por conocerla y saber al menos su nombre, era tan bella. La veía andar entre las personas del mercado que no me permitían llegar a ella, me volví un poco violento para poder avanzar. Llegué hasta un bosque. Caminé buscando su figura pero no lo conseguía. Me quedé de pie rastreando a través de los árboles pero me resigné y di vuelta para regresar, en ese instante me encontré con un árbol que poco antes no estaba ahí. Como había sido leñador hasta apenas unos días, podía recordar los caminos y los árboles que estaban a mi paso. Me dirigí hacia él y lo toqué. Lo sentí diferente a muchos otros árboles, éste respiraba más profundamente, como si estuviera asustado. Al mirar las raíces pude ver un anillo parecido al de la doncella, pero éste tenía piedras de otros colores. El anillo de la bella mujer tenía piedras rojas como si fueran manzanas en las ramas. Pero éste tenía el color de las manzanas grises. Como los ojos de la hija del Rey. Tomé el anillo y me dirigí al pueblo donde el criado ya estaba en la carretilla esperándome. Subí a Uusi Kohde y partimos al castillo. Llegando al castillo busqué a la hija del Rey para darle el anillo que había encontrado en el bosque. La encontré jugando en la cocina y le pedí que me acompañara afuera. Con una sonrisa me tomó de la mano y salimos.

–Mi lady, quiero darle algo que es muy poderoso, lo encontré y pensé en usted. Es un anillo, que le da poderes para convertirse en árbol, lo que usted siempre ha querido ser –le mentí, pero la imaginación de una niña no repara en ello.

Ella se alegró tanto que enseguida se lo puso, pensé que le quedaría grande pero al ponérselo le quedó justo. Miraba el anillo con mucha felicidad.

Pasaron los días y yo seguía rufianes desleales al Rey. Todo iba bien, hasta que un día la niña, la hija del Rey había desapareó. La Reina lloraba enfrente de todos y el Rey estaba más que molesto. Nos dio orden de ir al pueblo, a los bosques y a tierras lejanas para buscarla. Pero antes de emprender camino, supimos de su paradero: estaba en los jardines reales. Muchos aseguraban que ya la habían buscado ahí pero que no la encontraron. La niña recibió un regaño tremendo por haber desaparecido, aun así fue muy aliviador saber que no corrió ningún peligro.

Esa misma noche, mientras hacía guardia en los pasillos del castillo, la niña llegó a mí dando brincos de felicidad.

–Gracias por el anillo. Me ayudó para convertirme en un árbol. ¿Dónde crees que estaba cuando me raptaron? Era un hermoso árbol, pude ver cómo me buscaban pero después decidí volver a mi forma humana para no asustar a mis padres. En serio te lo agradezco –me dijo esto y siguió su camino.

No podía saber si eso fue una verdad o una fantasía de una pequeña niña; intentaba no darle mucha importancia a sus palabras; sin embargo, esa noche no pude dormir. Al día siguiente fui a los jardines reales, exactamente donde conocí a la niña. Había algo anormal ahí, estaba otro árbol que nunca había visto. Me quedé frente a él por un tiempo largo, hasta que sus hojas empezaron a caer pero no tocaban el suelo, el viento las hacía volar su alrededor. El movimiento fue de lento a más rápido. Llegó el momento en el que se unió todo: las hojas, las ramas, la fruta, todo, hasta que se formó a la hija del Rey.

–Te lo dije, ya puedo ser un árbol ¿viste lo hermosa que soy?

Arlette Paulina Reyes Muñoz
Preparatoria Regional de San Miguel el Alto
Publicado en la edición Núm. 11

... en muchos ojos Jahel Naomi Méndez Zermeño Preparatoria Regional de El Salto

… en muchos ojos
Jahel Naomi Méndez Zermeño
Preparatoria Regional de El Salto

Litigio

 He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas,
le acerqué a mis oídos y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

Rubén Darío

 

Estoy a punto de ganar la demanda que hace unos meses levanté contra la Luna. Y, óigame usté, todo lo que he hecho no es por dinero ni por fama, sino por algo más importante: la Poesía Mexicana.

Soy un humilde campesino que siembra poesía, no tengo mucho dinero. Desde joven mantengo a mi mujer y a mis hijos gracias al huerto de caracoles junto al mar en el que siembro, que me heredó mi padre, por supuesto. Los babosos (que perdone usté, pero así se llaman) tardan doce meses en crecer, después de cuidados minuciosos. Antes les daba de nalgadas a mis hijos para que lloraran y así poder regar el sembradío con sus lágrimas (porque la poesía crece más rápido con el dolor y la tristeza), ahora les pido a ellos que me traigan a mis nietos para que también cooperen con el negocio familiar. Los animalitos se nutren gracias a la música o al duelo, por eso también rento mi casa para sepelios y otras ceremonias. Después que los caracoles están bien maduritos, con la misma guadaña que uso para la siega, trituro el molusco y lo echo a la basura, para quedarme con la pura caracola. Ya estando solas las conchas, las vendo de a tres por peso. Vieras los clientes que he tenido: Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, etece, etece. Todos compraron de mi poesía, que es pura calidad. Eso sí, yo chitón, hay que ser discreto: ¿te imaginas que le hubieran quitado el Nobel a don Tavo porque compró sus poemas por encargo? Yo soy honrado y respeto la imagen de mis clientes.

Uno no más acerca el oído a la conchita y escucha el espíritu de lo poético, como los niños cuando juegan a escuchar el mar. Letra por letra, la concha destila su poesía por el espiral que tiene en los costados. Uno decide si la acomoda en pentapodia o si la desgrana en endecasílabos, ora sí que cada quien, ¿o no?

Yo fui el tuétano de la poesía azteca, sí señor. Mi negocio iba requetebién, hasta que la canija Luna se puso caprichosa y pos, ya vio usté que arreció las mareas de todo el mundo. Por sus jijos berrinches se fregó mi cosecha de un año, ¡un año! Dígame usté: ¿cuántos Premios Nacionales de Poesía Elías Nandino no se fueron en ese cultivo?, ¿cuántos Ramón López Velarde?, ¿cuántos ensayos para el Villaurrutia?, ¿cuántas putas no se quedaron sin chamba porque no había poetas jóvenes ansiosos de celebrar su premio? ¡Una desgracia nacional!

Demandé al satélite por daños morales y materiales. Imagínese al nuevo Malarmé, al nuevo Verlén, al nuevo Rambó, vagando por áhi, todos moneados y pedos porque creen que son malos poetas; no, ¡no!: son los mejores poetas del pinche mundo, nomás les falta poesía… y allí es donde entro yo.

Ya quedamos de acuerdo en que la Luna nos va a inspirar tres centenas de sonetos, sesenta jitanjáforas y un millar de poemas en verso libre, en lo que nos reponemos de la crisis. Lo que me apura no es la inminente monotemática celeste, sino que en la noche todo está muy oscuro y por ende mis muchachos se van a lastimar la vista mientras escriban.

No, joven, si la Literatura Mexicana se cae a pedazos no es culpa del cacicazgo intelectual o de la falta de becas y de incentivación gubernamental: es culpa de la Luna, que nos ha dejado sin poesía.

 

Leonardo Miguel Gutiérrez Arellano
Preparatoria Regional de Santa Anita
Publicado en la edición Núm. 11

Encrucijada

Estaba en mi habitación, sentado frente al escritorio con la laptop encendida, en la pantalla una página en blanco, sin saber qué escribir o qué hacer, no sabía cómo contestar a todas esas interrogantes dentro de mi cabeza.

Cientos de preguntas vagando por mi mente, todos aquellos errores del pasado, persiguiéndome, y continuaba sin saber qué escribir. La ira empapaba cada rincón de mi mente, cuerpo y alma.

Exploté, tomé con rabia el ventilador y lo arrojé al suelo, grité eufórico. Mi madre entró presurosa a la habitación y preguntó:

—¡Hijo!, ¡¿estás bien, qué pasó?! ¡Hijo!

La cólera nubló mi pensamiento, vuelto un animal salvaje, tomé su cabeza y la estrellé varias veces contra el muro, me detuve, pero no por lástima, más bien me pregunté qué haría con el cuerpo.

Mi hermano, o más bien hermana, ya que era algo joto, llegó preguntando qué había hecho, no paraba de gritar y lloriquear, mientras tiraba de mi camisa. No lo escuché, seguía inmerso en mis propios pensamientos, el cadáver era un obstáculo, por ninguna razón podía dejar que lo descubrieran. Tomé un cuchillo carnicero y corté el cuerpo en pequeñas partes, de pronto eran dos los cadáveres que debía cortar, busqué algunas bolsas, para deshacerme de los trozos, ejecuté mi labor sin pausa, cortar, meter, atar; cortar, meter, atar; cortar, meter, atar.

Las luces azul y roja entraron por la ventana de la sala, acompañada con el sonido de la sirena, probablemente debido a la llamada de algún vecino. Éste era el momento, las opciones eran claras, enfrentarlos o huir por la puerta trasera, no titubeé.

 

 

Andrés Quintero Quirarte
Preparatoria Regional de Ameca
Publicado en la edición Núm. 11