– Reflejo. Yara ArisbethTovar de la Cruz. Preparatoria Regional de El Salto.
Sospecho mi nuevo cuerpo y el viento me abraza, roza mi frente con sus labios tibios, se despide de esta insólita evolución, soy el génesis de una nueva especie pero mi corazón se rompe, en pétalos caídos y muero paulatinamente al sentir mi tronco cortado por el humano que una vez fui.
I El perfume de tu pecho, tu sangre que invoca a mi corazón, es tu cuerpo el que me llama, llenándose de energía, del deseo electrizante que provoca bailando en tu cuerpo, tus labios atrayendo a los míos para rozarlos y evangelizarse estáticos, ajenos al dolor, somos energía eléctrica.
II Recordatorio sagrado de nuestra mortalidad hermana de la vida y la muerte. Poeta de la vida.
Andrea Julieta Navarro Larios
Preparatoria 7
–Sólo quiero paz. Wendolín Murguía Miranda. Preparatoria Regional de El Salto.
Las gotas de la lluvia son el reflejo de nuestras lágrimas pequeños cristales que brotan de nuestro cuerpo, espejo de algunos delirios de la noche. Caen al suelo llenas de secretos
II
Llanto de Dios, una explosión de tristeza divina lágrimas que transforman la desolación en esperanza…
III
La Luna también llora, pero sus lágrimas son polvo de estrellas, destellos que besan nuestra frente, creando epifanías.
IV
Minúscula metamorfosis del agua y de las nubes que nos limpia el alma. Acto sublime que regresa los colores a la Tierra, que, al tocar mi cabeza, viaja por mi cuerpo a regar la semilla que yace en mí, mi corazón.
En los albores del siglo XXI,
es evidente que las problemáticas que se suscitan en el mundo son de un cariz
particular. Los seres humanos nos enfrentamos a una realidad que exige un
replanteamiento sobre cómo abordar los nuevos y viejos dilemas.
Ante tales circunstancias la
necesidad de filosofar se hace más imperante. La actividad filosófica se
convierte -como en cada comienzo de un siglo- en un instrumento racional para
poner en la palestra de la discusión, las diferentes perspectivas y argumentos
que emergen del entorno. Lo cual implica inclusive una nueva forma de lenguaje,
una manera distinta de comunicar nuestros pensamientos.
En la Antigua Grecia, Sócrates
utilizaba la dialéctica para llevar a la reflexión a sus congéneres. Este
método aparentemente sencillo en su abordaje, le permitía al filósofo que sus
interlocutores se adentraran poco a poco en el arte de argumentar y defender
sus ideas, el diálogo como el arte que nos lleva a pensar y a comunicar lo que
se piensa. Platón, su discípulo, lo hace plasmando por escrito tales
discusiones.
Nuestro pensamiento está
conformado de palabras y son éstas las que nos acercan a la realidad, a su
interpretación y comunicación. En el presente siglo estas formas de comunicación
se han diversificado. El uso del internet, y de las redes sociales, ha
transformado la manera de manifestar y poner en discusión nuestras ideas
públicamente.
Frente a esto, es importante
que las generaciones actuales se sientan
motivadas a filosofar sobre problemas que plantea el mundo actual, pero más
importante todavía es que plasmen sus ideas de tal forma que permitan la discusión rigurosa sobre ellas. Que se comprenda que
hacer filosofía implica no solamente interpelar a la realidad, cuestionar,
poner en duda saberes establecidos, pensar y dialogar, sino también ser capaces
de llevar a cabo un diálogo más perenne, que involucre la posibilidad de volver
a las ideas, de discutirlas y compartirlas para que sea a través de ello, como
se dé una verdadera transformación de la realidad en todos los sentidos.
Es así como el filosofar a
través de la escritura y específicamente del ensayo, tiene que seguir siendo
utilizado como un método eficaz para plantear discusiones filosóficas y abrir
nuevos espacios para las mismas y, de esta manera, posibilitar el abordaje de
temas que hoy en día necesitan ser analizados desde la práctica de un
pensamiento libre y crítico.
Si bien es cierto que la
sociedad actual nos demanda reflexionar acerca de temas que son producto de los
retos de este siglo, es interesante observar que la atención por los grandes
problemas de la filosofía, como el cuestionamiento sobre el sentido de la vida
y la disertación sobre la muerte, siguen siendo tópicos que motiven el
filosofar. Será tal vez porque, aunque los seres humanos nos encontremos
inmersos en una vorágine de avances científicos y tecnológicos, pareciera que
en lo más hondo de nuestra humanidad seguimos cuestionándonos quiénes somos y adónde
vamos.
Silvia Patricia Arias Abad*
*Estudió filosofía y la
maestría en Estudios Filosóficos en el CUCSH de la Universidad de Guadalajara. Es
docente en la Preparatoria de Tonalá Norte.
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018
Resumen
La labor de la filosofía a lo largo de la
historia ha sido resolver pesares humanos mediante la reflexión de algunos de
los misterios que nos aquejan. Y aunque ha prestado su atención a unos más que
a otros, uno de los más importantes es la muerte, que se teme más que a nada
por el simple hecho de arrebatarnos la vida. Las maneras de ver al capítulo
final de nuestra existencia son distintas, por eso es y será siempre controversial.
Temer a morir, por el no saber que hay más allá de la muerte, nos ha hecho
olvidar que estamos vivos. Por eso, es importante que comprendamos la
implicación de la muerte en nuestro vivir, ya que ésta, cual espejo, refleja
nuestra vida. Al comprender el sentido de la muerte obtendremos el valor de
vivir, dejando atrás aquel deseo de existir siempre.
Conceptos
clave: muerte, vida, filosofía, trascendencia, valor de vida, sentido de
la vida, miedo.
La Filosofía, en el transcurso del tiempo, nos
ha regalado un sinfín de ideas que han calmado, de alguna manera, problemas
eternos que han consternado el existir del ser humano por miles de años. Esto
gracias a su recurso más preciado, tesoro y piedra angular de la cual nació
esta ciencia: la razón. No existe idea en este mundo que tenga mayor validez
ante cualquier ley mundana que aquella que está fundamentada por la razón. Sin
embargo, algo que ha detenido a todos aquellos pensantes en su camino de la
búsqueda incesante de la verdad es eso que el ser humano teme, nuestro posible
y único rival, ese momento final, esa neblina obscura que nadie ha logrado
disipar, el límite de toda idea humana: la muerte.
Existen infinidades de cosas a las que
tememos, pero nada se compara con el miedo que se le tiene a la muerte. Platón,
en el diálogo de Fedón (2007), con sus palabras nos dice que filosofar es
aprender a morir y asegura que la verdadera filosofía no duda en abordar el
tema de la muerte. Nichiren, desde una perspectiva budista, también dice que
“primero estudiar la muerte antes de estudiar cualquier otro asunto” (Ikeda,
1993 parra: 4). Con esto se alienta a buscar el significado de la muerte, para
así descartar ese miedo que amarga la existencia. Las maneras de percibir la
muerte son distintas, por eso es difícil tener un concepto de ella. Esta
incógnita trae consigo una más: ¿qué hay después? Cuando comprendamos el
sentido, obtendremos el valor de la vida. No lograremos entender qué hay más
allá de la muerte hasta que no abandonemos el deseo de siempre existir.
La muerte como algo inevitable, trae
consigo una serie de percepciones sobre ella, vista desde distintos campos
tales como la religión, la ciencia y la filosofía. Estos puntos de vista
buscan, de alguna manera, que el ser humano deje de preocuparse por aquel
momento final. Así como la filosofía busca calmar pesares humanos, otras
disciplinas buscan disminuir el miedo que provoca la muerte, pero con métodos
muy distintos al de la reflexión. Para los médicos, por ejemplo, la muerte no
es más que la pérdida irreversible de la función del organismo humano, concepto
biológico que presupone la pérdida de la conciencia, la capacidad de respirar y
tener un latido cardiaco espontáneo (Castro, 1999). Otro ejemplo es que la
cultura occidental tiende a ignorar la muerte, a ocultar todo sentimiento que
ella provoca. Sin embargo, la manera en que las personas la perciben es
sumamente distinta. Un niño y un anciano jamás verán la muerte de la misma
manera, ya que el niño conforme crezca tomará consciencia de que un día morirá,
mientras que el anciano tiene presente esa idea cada noche antes de dormir.
Estas percepciones de la muerte son alteradas por definiciones establecidas
desde distintos puntos de vista, varían en los diferentes campos.
La filosofía ofrece términos más
profundos que nos abren las puertas del pensamiento. Comencemos con la teoría
de Platón. Roberto Esteban Duque, sintetizando la idea platónica sobre la
muerte, dice que ésta “se presenta como verdadera liberación del alma y el
camino de esta para alcanzar el bien supremo” (2009, p.31). Esto nos explica
que el alma sólo cambia de lugar, ya que el cuerpo la mantiene presa cual
cárcel, y en el momento de su muerte se libera hacia el mundo eterno de las
ideas. Esta afirmación es aceptada por distintas sociedades y religiones, pero
de igual forma rechazada con el argumento de que aún no se comprueba el hecho
de la existencia del alma.
Epicuro, por su parte, nos dice que
perdemos conciencia al morir, por lo que describe este miedo a la muerte como
algo irracional, ya que no coexistiéremos con ella. Si no nos percatamos de
nada antes de nacer así será después de morir. En su Carta a Meneceo dice:
Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros. Porque todo bien y todo mal residen en la sensación, y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida; no porque le añada una duración ilimitada, sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada hay, pues, temible en el vivir para quien ha comprendido rectamente que nada temible hay en el no vivir (2013, parra. 3).
De manera similar, Fernando Savater nos dice que no podemos saber qué es la muerte, ya que todo conocimiento lo contraemos de la experiencia, por lo cual no sabemos qué es morirnos, ya que sabemos qué es ‘morirse’, más no ‘morirme’ (1999).
Sin importar cómo percibamos a la
muerte, no podemos escapar de ella, ya que tiene una relación inquebrantable
con la vida. Como se refleja en la pintura de 1916 de Gustav Klimnt, Muerte y Vida, la muerte se encuentra
observándonos a cada momento de nuestra vida. La muerte llega por distintos
caminos, ya que no siempre es, como muchos imaginamos, de manera natural. Una
de las formas ‘inesperadas’ de concebir la muerte es el suicidio. Ejemplo de
ello se encuentra en la enigmática novela de Herman Hesse El lobo estepario, ganadora del Premio Nobel en 1946, donde la
muerte es vista como una liberación que el personaje principal sólo puede
alcanzar a través del suicidio.
El miedo que se le tiene a la muerte
nos ha sido infundado, muchas veces a través de historias o leyendas, como en
la Divina Comedia, de Dante
Alighieri. En ésta obra medieval se muestran castigos a actos cometidos en
vida. Si lo analizamos, su fin no es aterrar si no hacer reflexionar sobre que
la muerte y la vida están relacionadas a través de nuestros actos.
El deseo de trascender nace de querer
ser inmortal, del miedo de ser olvidados. De igual manera, nos atormenta si es
la eternidad lo que hay más allá de la muerte. El trascender tiene relación con
la forma en que morimos ya que la vida y la muerte están atadas, ya que se dice
que la manera en que morimos dice cómo vivimos.
Si
queremos llegar a ser buenas personas de verdad, debemos familiarizarnos con la
idea de la muerte. No necesitamos pensar en ella todos los días ni cada hora.
Pero cuando la senda de la vida nos conduzca a una posición ventajosa donde el
paisaje alrededor desaparezca, y contemplemos la vista distante hasta el mismo
final, no cerremos los ojos. Hagamos una pausa y luego prosigamos (Schweitzer,
citado en Gómez, 2018).
Hemos visto cómo se percibe la muerte por la ciencia, el arte y la filosofía; sin embargo, debemos tener claro que la muerte no es más que un límite, estrictamente necesario para que la vida siga su curso. No existe ser en el universo que un día no tenga que morir. De no existir no se viviría lo que se vivió. Trascender no es tan importante, pero ser en vida sí lo es, así que preocupémonos por cómo somos con las personas que nos rodean.
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018
Resumen
La existencia humana encierra algo más allá que
sólo factores biológicos, algo que no podemos ver ni tocar. Hablamos de las
cosas que realmente trascienden, que traspasan fronteras y perduran en el
tiempo. Todo en el mundo es y existe. Lo que diferencia al ser humano del resto
de las especies es la capacidad de elegir y la conciencia que tiene de sí,
siempre sujeto a decidir entre una u otra cosa. Esa es su libertad, y como ente
individual inserto en una sociedad, debe asumir la responsabilidad de sus
actos. La manera en que el hombre se rige moralmente, su patrón de conducta, es
lo que llamamos ética. La idea actual del hombre y la existencia humana no es
más que el resultado de cómo ha evolucionado este mismo pensamiento. La
historia nace con la necesidad de conocer todas aquellas experiencias que nos
han llevado a ser lo que somos hoy.
Los
hombres, desde siempre, han querido conocer cuál es la verdad tras muchos
misterios o situaciones que suceden o han sucedido a nuestro alrededor a través
del tiempo. En un momento han surgido las interrogantes: ¿tiene algún sentido
que los humanos estemos aquí?, ¿debemos estar aquí por algo?
La postura del existencialismo es que sólo el hombre decide ser
quién es, el hombre es cómo él se quiere, ya que no fue creado por alguien y ha
venido aquí sin sentido alguno. Pero, como dice Víctor Hugo en su obra Los Miserables:
“Los
animales no son otra cosa que las figuras de nuestras virtudes y de nuestros
vicios, errantes a nuestros ojos, los fantasmas visibles de nuestras almas. Tan
solo, como animales, no son más que sombras, Dios no los ha hecho educables en
el sentido completo del término; ¿para qué? Por el contrario, como nuestras
almas son realidades y tienen un fin que les es propio, Dios les ha dado la
inteligencia, es decir, la educación posible.”
Sabemos
que los humanos vamos a morir y no estaremos más en este planeta. Para tal
caso, si al final vamos a dejar de vivir aquí, desde un principio no hubiésemos
sido creados. Pero los humanos tenemos uno o incluso más propósitos para
existir.
La Tierra es el único planeta en el que sabemos que hay vida, pero
podemos pensar que no somos los únicos, y que, quizás, en algún otro lugar del
universo, existe alguna otra forma de vida además de la nuestra. Esa o esas
formas de vida, si es que las hay, incluyendo a la especie humana, forman parte
del equilibrio universal, ya que, si alguno no existiera, ese equilibrio en la
naturaleza se rompería. Así como hay planetas, estrellas, agujeros negros,
galaxias, asteroides y nebulosas, todo eso es parte de un plan; existen y están
aquí porque es necesario que estén. Todo forma parte de un mismo engranaje; no
existe nada que esté fuera de lugar.
Todo en la naturaleza tiene un equilibrio, esa es una ley. En las
matemáticas la suma 1 + 1 da igual a 2 porque hay una simetría; en física
existe proporción de fuerzas; en biología existe la cadena alimenticia,
factores bióticos y abióticos dentro de un ecosistema que regulan en la
naturaleza; en química, para que los elementos químicos existan, debe haber un
balance entre los átomos que los integran; la música existe porque hay armonía
entre sonidos y silencios; en ciencias como en la ética tenemos reglas porque
debe haber mesura entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Aristóteles dijo
que los extremos son vicios; el punto medio es una virtud. Así como en la
Tierra, en todas las disciplinas o ciencias hay equilibrios. Podríamos
dilucidar, pues, que los humanos estamos aquí para cumplir con un balance en el
universo, de manera que, si no estuviéramos aquí, las fuerzas universales o sus
leyes no conservarían ese equilibrio.
Los primeros filósofos griegos, llamados los filósofos de la
naturaleza, observaban minuciosamente los cambios en la naturaleza y
reflexionaban sobre ellos, y sobre su origen. Tales pensaba que el agua era el
origen de todas las cosas; Anaximandro, que el origen de todo había sido una
sustancia a la que llamó ‘lo indefinido’; Anaxímenes, que el origen de todo era
el aire; Heráclito, que todo está en movimiento, que todo fluye, y que Dios se
muestra en esa naturaleza llena de constante cambio. Este último, para
referirse a Dios o a lo divino, empleó la palabra griega logos, que significa razón, y opinaba que tiene que haber algo como
una ‘razón universal’ que rige toda la naturaleza y sus cambios, y a la que
estamos sujetos todos.
Demócrito de Abdera pensaba que todo en la naturaleza está
conformado por piececitas pequeñas, indivisibles, inalterables y eternas a las
que llamó átomos. Dijo que, si algún organismo muere, esos átomos se
desintegran, se dispersan y pueden ser utilizados en otro cuerpo; dan origen a
algo nuevo. Entonces, se puede pensar que ese es otro propósito, no sólo humano
sino de todo en la naturaleza: dar paso a algo más, crear algo nuevo y seguir
con este ciclo de vida para conservar el equilibrio hasta que, por las leyes
inquebrantables de la naturaleza o razón universal, ya no debamos estar más
aquí.
Estos filósofos se preocupaban por develar de dónde vinimos, los
cambios naturales. Ellos, con sus sentidos y razón a través de la reflexión,
llegaron a descubrir, teorizar y demostrar estas ideas que dieron origen a
todo. Fueron capaces de contemplarlo y de dilucidar algunos misterios de la
naturaleza. Igualmente, los grandes físicos, astrónomos y matemáticos que han
existido en la historia lograron descubrir esas disciplinas y desglosar sus
misterios. ¿Será acaso que nuestro propósito aquí también es disfrutar, contemplar,
apreciar y descubrir todo lo que esta creación nos muestra? ¿Acaso nosotros
como humanos debemos descubrir lo que la naturaleza guarda, así como lo
hicieron estos científicos y pensadores? Si es así, si es que somos capaces,
está por demás decir que se deben usar esos descubrimientos y conocimientos
para el bien del planeta y la raza humana.
Además de ser parte de un plan mayor dentro de las leyes
naturales, en esta vida terrenal nuestro propósito es ayudar a los demás. El
humano es un ser sociable; necesita de la comunicación y el contacto con
alguien más. Inevitablemente necesita de los demás para poder subsistir y
confrontar las situaciones que son inherentes a la vida terrenal; no puede
enfrentarse solo a situaciones de riesgo; en los desastres naturales, por
ejemplo, necesita el apoyo de los otros. Como humanos, dañamos pero somos
capaces de reconstruir. También estamos aquí para trascender, para dejar un
legado, así como estos filósofos lo hicieron. Vamos a morir, pero la materia no
se destruye. Entonces, nuestra alma, nuestra esencia, la huella que hayamos
dejado en esta vida, de alguna forma seguirá aquí, y se conservará, quedará y
perdurará en algo o alguien más quizá, sólo que no estaremos para verlo.
Se puede llegar a tener muchas teorías, ideas, pensamientos,
acerca de cómo vinimos aquí, de por qué estamos aquí y si tiene algún sentido
el que estemos. La verdad es que la naturaleza para nosotros siempre va a
seguir siendo un misterio, ya que hay muchas cosas que no sabemos, ni sabremos,
porque nuestra condición humana nos limita para dar respuestas. Sin embargo,
algo que tenemos que tener claro es que realmente vinimos para algo, no somos
simplemente algo que vino de la nada y que no sirve para nada. Nuestra creación
tiene un propósito. Podemos, incluso, tener más de uno. Nuestro propósito de
estar aquí es ser parte de este equilibrio, de estas leyes universales y hasta
divinas ya estipuladas. Nada sucede así nada más, todo tiene una justificación
y no hay nada fuera de lugar. Todo pasa porque es necesario que así sea. Al
morir, damos paso a otra forma de vida, creamos algo nuevo, contribuimos a que
el ciclo siga avanzando, y ahí se está demostrando un equilibrio; el nacer y el
morir son situaciones naturales que permiten que el equilibrio se conserve.
‘Todo pasa y todo queda’, nada realmente se va por completo, algo de lo que los
humanos hemos hecho aquí, quedará, perdurará, se va a conservar, heridas o
beneficios. Algo va a trascender a algo o a alguien más en algún momento.
Hacemos cosas malas, pero también podemos sanar o reparar aquello que dañamos o
que destruimos. Podría ser que, después de todo, tenemos uno o más propósitos
para estar aquí.
Bibliografía
Hugo, V. (2017). Vagos resplandores en el horizonte. En Los Miserables. México: Mirlo Editorial.
Machado, A. (2017). «Probervios y cantares», Campos de Catilla. Disponible en: www.rinconcastellano.com
Caminos. Sandra María López Dueñas. Preparatoria Regional de El Salto. La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve. Gisel Guadalupe Ramos Pérez. Preparatoria Regional de El Salto.Ante las atrocidades tenemos que tomar partida. El silencio estimula al verdugo. Belén Guadalupe Villegas Reyes. Preparatoria Regional de El Salto.
Preparatoria Regional de Unión de Tula, módulo Ayutla
Participante del Encuentro Filosófico del SEMS 2018
Resumen
La comunicación enfrenta un cambio impuesto
por las redes sociales. Ha modificado modificando la vida diaria, la visión de
la vida, las relaciones interpersonales, etc. Estos medios de comunicación
ahora brindan grandes beneficios como la información rápida y actualizada, y la
ruptura de las barreras geográficas y culturales. Por lo tanto, es una tarea
imposible tratar de erradicar su uso o forzar a las nuevas generaciones a
permanecer bajo un sistema de comunicación arcaico. Las optimizaciones y
deterioros que ha tenido la comunicación dan paso a la evolución social. Ahora
todos pueden conocer más personas, lugares, culturas, y así cada usuario forma
parte de la globalización.
“Nada es para siempre excepto el cambio”
(Ruescas y Miralles, 2013, p.131). Si pensamos detenidamente, estas palabras
nos definen uno a uno. Explican más de nuestra sociedad de lo que cualquiera ha
logrado hacer; son el pasaje al pasado, el presente y el enigmático futuro.
Podríamos hablar de cambios de cualquier tipo: económicos, históricos, sociales
y políticos etc.; sin embargo, nos centraremos en el cambio que han experimentado
las comunicaciones desde que las redes sociales forman parte de nuestra vida
diaria y la forma en que podemos hacer frente a este.
Pertenecer a la sociedad actual nos
obliga a cambiar nuestra forma de ver la vida, de comportarnos y de comunicarnos.
Nos lleva, casi a tirones, a seguir sus pasos, porque “Nadie quiere unirse a
ese despreciable grupo de desechos humanos; aquellos seres que son incapaces de
avanzar con la corriente, aquellos aletargados, rebasados y finalmente
proyectados fuera del caudal” (Zamora, 2016, p.52).Todos quieren
pertenecer, ser alguien, ser notados. Todos nadamos en Internet y somos
impulsados por las redes sociales; las corrientes más veloces en todo el
océano.
Usar estas corrientes nos permiten
mayor comunicación, información actualizada y rápida, romper las barreras
sociales, culturales y geográficas. No obstante, no debemos olvidar que toda
corriente es engañosa, puede tomarnos, arrastrarnos y dejarnos en territorio
desconocido. Las corrientes nos dejan en un paraíso donde el tiempo está en
pausa, donde cada pescadito es libre y tiene su propia pecera. Pero ¿qué pasa
cuando tienes que hablar con un pez que no está en tu pecera o cuando tienes
que hacerlo con uno que está dentro?
Para ser parte del océano hay que ser
capaces de respirar bajo el agua. Sin importar que seas un pez, una tortuga o
un tiburón, que seas grande o pequeño, hay espacio para ti; siempre podrás
pertenecer, ser alguien. No importa cuán fuera de lugar te sientas. No importa
si vives en China o en México, el físico deslumbrante o la falta de carisma,
los millones en el banco o los pocos pesos en un vaso, la religión, los gustos.
Las redes sociales no son el tiburón
que todos nos hacen creer. No llegaron para terminar con los valores, ni con la
unión familiar, ni con nada. Son un medio que, como cuando te subes a un
safari, te llevan a dar un paseo para que conozcas y convivas con todos los
especímenes que habitan en la sabana africana, y tú te diviertes y aprendes.
Eso son las redes sociales; el safari que te lleva a conocer, aprender y
convivir con todos.
Las nuevas comunicaciones nos
cambiaron, como el descubrimiento del fuego, la escritura o la imprenta. Y
estos cambios nos han permitido evolucionar, trasformar y re-direccionar a la
humanidad. Han marcado todo. Son ese océano que nos deja ser nosotros mismos,
el safari que nos maravilla en cada nueva estación. Usarlas o no es decisión de
cada uno. Nadie puede evitarnos recurrir a ellas como medio de comunicación,
aunque por ningún motivo, las redes sociales deben ser más importantes que las
personas que están cerca. Y para evitar que se vuelvan armas de doble filo, hay
que marcar un límite en su uso. Como todo en la vida, es necesario establecer
límites para eludir que dichos medios estropeen las relaciones con las personas
que están cerca, para la familia, para los amigos y para los conocidos.
Bibliografía
Estrada, R. (2016). Reflexión Ética. México: Umbral.
Ruescas, J. & Millares, F. (2013).
Pulsaciones. Madrid: SM.
En el transcurso de la historia, la narrativa ha funcionado como un refugio para los que anhelan mundos alternos. En la actualidad, la realidad contemporánea, cruda, siniestra, fría, volátil, salvaje, se presenta más que nunca como un escenario difícil de asimilar, de tal forma que la literatura adopta un papel esencial para la creación de estas realidades distintas. Así, los jóvenes de esta generación, apoyados por un contexto violento y caótico, no tienen otra alternativa que proponer su perspectiva de la vida.
Dentro de la concepción creada, entonces, se pueden reflejar polos contrarios que hablan de una misma historia. Puede existir tanto odio como amor, caos como libertad, tristeza como alegría, muerte como vida, desánimo como esperanza, ternura como coraje, represión como libertad. La literatura es el todo y la nada. Es una llave del tiempo que funciona para abrir cualquier puerta y para entrar a cualquier época. La literatura, pues, es un vaivén de circunstancias distintas e iguales.
Tan bien reflejada está la realidad moderna en estos escritos, que se pueden leer al mismo tiempo como entes disociados o como vigas de un gran edificio, como el cúmulo de lo construido ayer y hoy: el resumen de la historia humana. Así, unos y otros le añaden una estrella a la galaxia que es la escritura.
Los autores de los textos aquí recopilados hablan de lo que les corroe, atormenta e inquieta. Desde la intensidad e incertidumbre que causa el amor no correspondido, hasta la intriga infundada por lo desconocido; está la libertad última: la muerte. Como un espejo el uno del otro, estos jóvenes jalisciences logran plasmar una época decadente, llena de espacios en negro, superficial, doble moralista, carente de valores, inflada de prejuicios, hasta el tope de la indiferencia, impregnada en llanto, acostumbrada al odio, reluciente de falsedad, desmoronada de sus equinas, perdida entre el caos y la calma.
Los protagonistas inevitablemente retratan sus vivencias, a las primeras luces de la sabiduría y la experiencia, de tal suerte que cuando nos adentramos en sus escritos, la sociedad reflejada es todavía más evidente, más viva, más real. Los personajes, aprendices de la vida, se leen con mayor convicción como jóvenes inocentes pero expectantes ante un cambio o una posibilidad distinta.
Esta es, tal vez como muchas otras, una generación de escritores inconformes, propositivos, rebeldes, soñadores, astutos, sensibles, preocupados, despiertos… Una generación de escritores interesados no sólo en plasmar los horrores de la cotidianeidad, sino en una transformación más profunda, que no teme exponer no sólo al otro, sino a sí misma. De tal suerte que, como muchas otras, esta generación sea tal vez la antesala a un cambio mayor, a una renovación de valores.
Óscar Daniel Gómez Mendoza
Novelista y dramaturgo, estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Colabora en el SEMS como técnico de coordinación en el área de Difusión y Extensión desde 2018. Ha impartido clases de inglés y español, así como diversos talleres de creación literaria. En 2017 dirigió la obra de teatro Toska, escrita por él mismo.
Últimamente nada me sale bien. Estoy tan asustada
que todo el tiempo siento que mis manos tiemblan. Y por las noches me quedo
despierta preguntándome ¿cómo llegaste tan lejos? Tal vez no debí conocerte
desde un principio, Kai, ¡maldigo aquel 5 de abril! ¡Esa calle de la que
seguramente ya olvidaste el nombre! En ese momento ofrecerte mi ayuda no fue lo
más inteligente que hice.
Mi imaginación vuela muy alto e
intento crearme posibles soluciones o finales no muy felices. En mi mente sólo
hay lugar para el terror, Kai. No mido el tiempo hasta que me doy cuenta de que
otra vez estoy pensando en lo que haces, las lágrimas se desvanecen en mi cara
y noto que mi cuello está mojado. En mi inconsciente puedo escuchar el sonido
que hace el motor de tu carro, me sale involuntariamente un sollozo de entre
los labios. El corazón palpita a gran velocidad y mis manos se adormecen.
Pareciera una ola que recorre mi cuerpo desde mi nuca hasta la yema de mis
delgados dedos. Daría lo que fuera por no saber más de esto ni lo que conlleva
ser una de tus víctimas. ¿Cuántas somos, Kai? ¿Por qué a mí? ¿Qué quieres
obtener de todo esto?
He contado tres veces que te vi
hoy, la primera fue al salir de casa. Sí, te vi de reojo en tu auto aparcado en
la esquina. La segunda vez fue al salir de la escuela, ¿te divierte dar vueltas
en la calle para verme sólo dos segundos? La tercera de regreso a casa, escucho
el motor de tu auto Kai, los pequeños lapsos en donde esperas unos segundos
para arrancar. Si corro, ¿podrás alcanzarme en seguida o tengo una milésima de
oportunidad de llegar a salvo a mi casa? O si grito, ¿alguien podrá oírme? Tal
vez si llamo a mi padre o a mi hermano ellos vengan por mí, pero ¿y si te
percatas de eso? Siempre es la misma rutina, Kai. Estoy tan asustada, no sé qué
hacer.
Todas las mañanas cuando abro
los ojos, mi mente está vacía, no sé si quedarme un rato más a dormir o
levantarme y no hacer nada por hoy. Al momento de hacer mi desayuno lo miro un
por unos minutos para después dejarlo a un lado y no comerlo. Me quitas el
apetito, Kai. Me pongo de pie ante el closet –como es rutina- sólo para poder
elegir de nuevo el uniforme de hoy. Mi mano se detiene bruscamente para pensar:
¿es mi falda muy corta? Porque si es así, te juro que la haré más larga si me
garantizas que vas a parar. Tú no lo sabes, pero no soy muy generosa cuando me
enfado; no lo mal intérpretes, no busco amenazarte.
Arrastro mentalmente mi cuerpo
ya desnudo y frágil a la ducha. Me agacho y éste es el mejor momento de mi día
porque mis lágrimas no se ven entre el agua. Los ojos me arden por la
temperatura y así ya no me culpo, no lo hago, porque siento en este instante
que nada de esto es correcto. Me duele. Me siento cobarde y con qué razón:
estoy viva.
Durante todo el tiempo busco
respuestas, pero sólo consigo más preguntas, ¡que desastre! No tengo a donde
ir, ya no hay un refugio y mi pecho parece estar invadido. La vida se me acaba,
Kai. No quiero esperar a que mi familia vea mi nombre como título del periódico
local. Cada vez que pienso en buscar ayuda, pienso que no llegaría ni siquiera
a la esquina de la procuraduría. ¿Cómo lograste ser el personaje principal de
todo lo que creía terrorífico? Por favor déjame dormir, por lo menos esta vez.
Anoche tuve el peor sueño de mi
vida: tú bajabas de tu auto, por fin, Kai. Volvía a ver tu rostro una vez más y
no en tu espejo retrovisor. Estabas justo delante de mí, mirándome, fijamente.
Tengo tanto miedo de que se vuelva realidad. No voy a dormir si eso me asegura
no verte en mis pesadillas. Ya no quiero soñar Kai. Tu rostro sólo es sinónimo
de pánico.
Todas las mañanas cuando mi
madre llama, me limito tanto, se me hace un nudo en la garganta al hablarme de
lo que ve en las noticias matutinas: mujeres desaparecidas, asesinadas,
acosadas. ¿Leíste bien, Kai? Acosadas, desolladas, secuestradas. Bueno, supongo
que el resto lo sabes. Ni siquiera sé si este es tu verdadero nombre. Sólo
busco que tu atosigante existencia desaparezca de mi vida. Espero Dios escuche
mis súplicas, aunque él me haya dejado desde que apareciste.
Justo ahora estoy desplomándome
en mi cama, mirando al techo, buscando figuras y formando casualidades. Sólo
busco desaparecer, repitiendo la rutina
para encerrarme en esta casa. Sí, todo cerrojo está en su lugar, y las llaves
—aunque las presione contra mi pecho— son muy pequeñas. Estoy esperándote,
justo aquí, me tienes precisamente dónde quieres. ¿Qué esperas? Tienes todas
las de ganar. Ya siento tu triunfo a la mitad. Sabes mi horario y sé que estás
afuera esperando salir del auto. Termina esto de una vez. Deja que mi endeble
cuerpo se ausente en tu álgido cometido. Ya no voy a poner un pero. Tengo tanto
sueño. Estoy frustrada y el tictac del reloj me está volviendo loca.
Ya escribí todos los sinónimos que pude: son 49. Me falta sólo uno ¿y sabes cuál es? “Carencia”. Así es, recurro a éste para cerrar mi lista, porque así me haces sentir. Esto soy, Kai: Nada. Sólo espero que cuando al fin fuerces esa puerta y logres conseguir lo que buscas de mí, no me dejes tan físicamente lastimada, ya que debo repetir nuevamente mi rutina diaria mañana. Y por favor, cierra la puerta cuando termines.
Azul Alejandra Hernández Castro
Preparatoria 20
Magia entre tus manos. Eduardo Javier Zavala Casillas. Preparatoria Regional de El Salto.
Por la sobrepoblada e inquietante metrópoli, camina diariamente Silvana, 6:30 am, del metro a la Preparatoria. Y justo frente al baldío que queda a sólo un par de cuadras, se detiene a observar desde hace un año. ¿Dónde estaba la justicia de la que tanto hablan cuando en sus intentos por huir de los acechadores, puñalada tras puñalada, consumían poco a poco su aliento, su fuerza y su vida? Al borde de la banqueta, la pequeña cruz de mármol con su nombre sobrepuesto.
Vanessa Guadalupe de la Torre Muñoz
Preparatoria 8
Hundida en tinieblas. Brenda Itzel Martínez Cabrera. Preparatoria Regional de El Salto.
En esta tina, en mi baño, en mi casa, justo aquí. Sé
cuánto mides, tu peso, talla, hasta el tono de labial rojo que llevas puesto.
Puedo saber incluso lo que piensas.
Me enciende tener que mirarte entre toda esta agua. Te ves perfecta. Ojalá estuvieras viva para que mires lo ardiente que te ves entre tantos rojos.
Rodríguez se volvía a despertar, se alistaba, iba al
trabajo, terminaba, regresaba y dormía. Como siempre, repetía rutina:
Despertar, alistarse, trabajar, regresar y dormir.
Despertar, alistarse, trabajar, regresar y dormir.
Despertar, alistarse, trabajar, regresar y dormir.
Despertar, alistarse, trabajar, regresar y bajar al bar para beber algo en solitario.
Se había puesto a pensar en su básica vida; en la repetición rutinaria, en la repetición, la repetición… Se hartó, subió al departamento, puso un arma en su boca y, presionando el gatillo, impregnó de sus sesos la pared.
Entonces despertó, se alistó, trabajó, regresó y volvió a dormir como todos los días.