Entre estas cuatro paredes, viendo cómo anochece y amanece con esa extraña sensación, hablando conmigo misma durante toda la noche, viendo el cielo oscuro de mi alcoba y repentinamente sentir los suaves rayos de luz sobre mi rostro; los rayos de un nuevo día en el cual lo repetitivo parece no tener un final, pero sí un inicio. Más de 40 días; las noticias eran de alerta por todas partes, no hay lugar en el que no se hable de la contingencia sanitaria, proveniente de un continente completamente alejado; gente muriendo, servicio médico arriesgando sus vidas y, con ellos, mis padres. “¿Es invento del gobierno?”, “¿es real?” “¡Las clases!” Mis amigos diciendo que no, que es falso. “Nadie lo sabe, pero lo único que sé es que quiero salir de aquí”, me digo. Necesito respirar. Pensamientos que dan vuelta en mi cabeza, sintiendo cada día la falta de aire. Los ataques de pánico son más recurrentes, tanto al poner un pie fuera de casa como al pasar más de una hora adentro. Mis ganas de llorar aparecen, la energía ha disminuido. Todo empeora con cada día que transcurre. Nadie está bien, nadie está a salvo. La salud mental no siempre lo ha sido todo para mí; pero ahora a nadie le importa si grito mientras intento dormir, si estoy viendo por la ventana o si sólo me tumbo a llorar. A nadie le interesa la salud mental de nadie; a nadie le interesamos en este momento. Aún puedo sentir esos dulces besos y cálidos abrazos que reinician mi vida por completo, los besos de mi abuela, los abrazos de mi padre, las caricias y risas de mi madre. Quiero reiniciar todo: no puedo. Quiero gritar: no puedo. Quiero salir: imposible. Que vuelva a ser como antes es imposible, pues ya no hay saludos, abrazos o besos, a menos que sean a través de una pantalla, de una ventana, o teniendo una distancia prolongada de un metro. No merecemos esto, o tal vez sí. No hay respuestas. Los gritos del llanto nocturno son parte de la rutina. Lágrimas que recorren mejillas torneadas de carmín, de esas que son un somnífero, que provocan ojos hinchados y ojerosos, y que devienen en una pérdida de peso radical. Sin embargo, no todo es malo: las flores del jardín han florecido, el aire es claro y limpio, las nubes toman formas maravillosas y las estrellas te hacen sentir que no es tan malo estar bajo un techo. La lluvia llega y con ella las gotas resbalan por la ventana. Trato de contar una a una hasta quedarme dormida, tratando de descansar de este bucle que pronto —o nunca— acabará.
Osiris Nataly Velázquez Herrera
Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga
Encuéntrame | Ximena Yunuen Alfaro Basurto. Preparatoria Regional de El Salto.
Y frente a frente bajo la lluvia, llorando en aquel ambiente nostálgico, él tomó su rostro con sus manos y mirándola fijamente a los ojos le dijo: «Tú y yo estamos destinados a estar juntos el resto de la eternidad y aunque los días sean grises y no nos conozcamos prometo que te encontraré en la siguiente vida y te amaré más de lo que pude hacerlo en esta». Y, sin más que decir, dejó el cuerpo de su amada en el piso de la calle Melbourne.
Vanessa Monserrat Razo Domínguez
Preparatoria 9
Tacto | Xavier García Claudio. Preparatoria Regional de El Salto.
Se duchó, comió y se volvió a plantear la misma pregunta de todos los días ¿Qué pasará después de la vida?, ¿acaso una ilusión? ¿El renacimiento?, miles de ideas y pensamientos vagos le pasaron en ese momento al chico con depresión, dándose cuenta de que el día había acabado yéndose a dormir de nuevo, esperando con ansias el día que no despierte y pueda verlo él mismo. Esa era su única fuente de felicidad todos los días, los millones de posibilidades, ideas, ilusiones y sueños de aquel chico.
Carlos Alberto Vázquez Cruz
Preparatoria 22
Libertad | Josselin Vianey Pulido Romo. Preparatoria Regional de El Salto.
Última sonrisa | Jonathan Ortiz García. Preparatoria Regional de El Salto.
En tributo a las que nos hacen falta. Querida madre: te escribo desde el otro lado… Nunca creí en una vida después de la muerte y lo sabes; sin embargo, aquí estoy. Creo que esto es un lugar parecido al cielo o quizá sea el limbo. Yo sé que no sabes que me pasó más que lo que te dijo el forense, pero te contaré la historia. Era un sábado 19 de septiembre, salí de aquella fiesta a la que me dejaste ir con Mariela, ¿recuerdas? Julián pasó por ella, yo quedé de irme con Marisa pero ella quiso quedarse más tiempo y Mariela ya se había ido. Decidí emprender mi camino a casa, al cabo sólo eran cuatro cuadras caminando. Eran pasadas las 11:00 PM. En ese momento no creí que fuese tan tarde hasta que vi las calles solas, la luz fallaba, por lo tanto había tramos oscuros. Pasaban coches; sin embargo, no me faltaron al respeto. Una cuadra antes de llegar a casa pasó un hombre en una moto, lo raro es que creí haberlo visto antes pero hice caso omiso, gran error. El hombre me interceptó en el vehículo y bajó de éste, con un arma en la mano comenzó a amenazarme mientras me llevaba a un callejón. Mis gritos no salían y las lágrimas rodaban. Traté de defenderme pero ¿qué podría hacer una muchacha de 18 años contra un hombre de unos posibles 40, el doble de grande y armado? En aquel callejón comenzó a tocarme, traté de resistirme pero comenzó a golpearme a tal grado que rompió mis dos brazos, el dolor se manifestaba en mis gritos pero nadie me ayudaba. Aquel hombre comenzó a arrancar mi ropa mientras me decía aquellas asquerosas palabras; ese horrible ser profanaba mi cuerpo y destrozaba mi integridad. Mi mente pensaba en si había sido mi culpa: ¿Qué hice para merecerlo? Pensé que sería por mi ropa pero llevaba un pantalón y un suéter largo ¿Eso era provocador? Cada que intentaba gritar sólo recibía un golpe de aquel hombre, rompió mi nariz y uno de mis pómulos, rompió mis labios y mis dos ojos estaban rojos e hinchados. En ese momento pensé: «¿Por qué no llamé a mi madre?». Después de terminar, aquel obsceno hombre me dejó tirada en el piso. Se estaba yendo cuando solté un grito ahogado, volteó a verme y caminó en dirección hacia mí… Me miró con unos fríos y oscuros ojos, comenzó a patear mi cuerpo y así fue como rompió tres de mis costillas y una de éstas perforó mis pulmones, comenzó a pisotear mi estómago, provocándome una hemorragia interna, pisó una de mis rodillas y así fue como dislocó ésta. Pensé que todo mi sufrimiento había terminado hasta que con mi último aliento de vida pude verlo sostener una gran roca y dejarla caer sobre mi cabeza. Cuando desperté ya estaba aquí. ¿Recuerdas a Ingrid, a Fátima y a Fabiola? Aquellas chicas por las que tanto lloré están aquí conmigo, me dijeron que tenía que escribir una carta para dejar mi huella aquí y que las siguientes chicas pudiesen leerlo. Perdóname por no llamarte, consuela a papá y cuida a Paulina… por favor no dejes que venga aquí… Te amo, mami. Con amor, Carina.
Vendí mi alma a cambio de que me sacara de este asqueroso lugar lleno de borrachos, con lo que no conté fue que también me engañó. Y aparecí a la orilla de una barranca en un pueblo que no conocía, me encontraron unos pueblerinos y nadie de mi familia fue por mí. A partir de ese momento nombraron a esa barranca: “la barranca del muerto”.
Mi cielo perfecto | Georgina Guadalupe Martínez Torres. Preparatoria 22
Al pilar del puente
En una ocasión empezaron a desaparecer los niños, entre ellos mi hermano. Cuando nos enteramos de su paradero lo fuimos a ver… Ahora le llevamos flores y le lloramos a la base del pilar de un puente.
Odié tu forma de ser. Odié tu comportamiento. Odié tu actitud. Nunca creí llegar a odiar tanto a alguien. Y lo que más odio es tener que mirarte todas las mañanas en el espejo del baño.
Érick Michel Chávez Núñez
Preparatoria 19
La belleza de mi estar | Jocelyn Vanessa Pacheco Ramos. Preparatoria Regional de El Salto.
Tranquilidad | Claudia Valeria Ocampo García. Preparatoria Regional de El Salto.
Puerta 1. Tic-Tac
Despierto sentado en una silla de metal, con el cuerpo apoyado sobre una mesa metálica, en una habitación de menos de dos por dos metros. Hace mucho frío y parece que cada vez hace más, pero no emito señal alguna de que es así; no me muevo en lo absoluto, sólo miro a mi alrededor. Veo un poco de hielo y musgo en las paredes grises, también una pequeña capa de hielo en la mesa. Antes de poder mirar más, se escucha que una puerta se abre detrás de mí, siento un viento cálido en mi espalda, volteo y veo a un tipo que, aunque no tiene ojos, parece que me mira fijamente. La luz que se adentra me deja apreciar que es muy alto, castaño claro, güero, fornido, pero no muy extravagante. Sólo se queda parado a un lado de la puerta que, para variar, es de metal. Después de un par de segundos cierra la puerta dejando a la habitación de nuevo sin mucha luz. Camina lento alrededor de mí girando la cabeza como si observara su entorno, hasta llegar frente a mí, del otro lado de la mesa, exhala un poco de aire, casi copos de hielo. —¿Sabes dónde estás? —me pregunta con una voz grave y paciente. —Así es —le contesto—. Es la primera puerta. —Evidentemente estás en alguna de las puertas, pero ¿cómo estás tan seguro de que es la primera? —Hasta donde sé, lo es. Y de no ser así, ¿qué más da? —¿Qué pasa si te digo que estás en la última puerta y que tu misión es recordar lo que tuviste que hacer en las demás puertas, a quién asesinaste, a quién salvaste y cuál era el obstáculo o dónde estabas? —No pasa nada, porque no es cierto. Sé que tu trabajo es usar mis debilidades para desalentarme en seguir adelante, pero si no me conoces, no tienes nada contra mí. Por es no has utilizado ningún miedo que tengo. —Es cierto, aun no. Sin embargo, pasaremos mucho tiempo juntos y encontraré la forma para quebrarte. Seré la causa de todas y cada una de las atrocidades que tengas que hacer. Si te manchas las manos de sangre, será por mí. Si pierdes alguna extremidad, será por mí. Cada vez que tosas sangre porque te desangras por dentro, será por mí. No llegarás a la décima primera puerta, te lo aseguro. —Inténtalo, adelante. Nada me dará más gusto que estar en la última puerta, mirar dónde deberían estar tus ojos que, estoy seguro, perdiste en alguna de las pruebas, y decirte que logré pasar todas las puertas y tú no; y seguirás aquí para recibir al próximo que llegue y querrás asustarlo como lo haces conmigo. Deja de hacerte a la idea de que dejarás de divagar por el pasillo y sus 11 puertas, porque no será así. —No tienes ni idea de lo que te espera. Estás en la primera puerta y no estás ni cerca de cumplir tu objetivo. Ríndete y déjame libre, vamos. El tiempo corre y tu cuerpo se enfría… tic, tac… Tiene razón, no sé cuánto tiempo llevo aquí, pero debo hacer algo ahora mismo o seré el próximo en estar condenado y encadenado en… Eso es, ya estoy encadenado, más bien, esposado. Quizá lo que deba hacer es salir de aquí. Jalo con fuerza la cadena de las esposas, pero es inútil, son muy resistentes, por lo menos más que mi piel y no puedo lastimarme desde el principio. Vamos, piensa: silla, mesa, esposas, silla, mesa esposas, silla mesa, esposas; ¡carajo!, nada de eso me ayu… ¡la puerta! —Tic, tac, tic, tac. Lo admito, ver a un tipo sin ojos caminar alrededor de mí diciendo “tic, tac”, sí me da un poco de miedo, tanto que me da frío, pero ya lo sentía antes de que él llegara. Así que creo que sé cómo salir de aquí. Me levanto de la silla, la hago para un lado e intento arrastrar la mesa, pero está pegada al piso. Le empiezo a dar patadas a cada una de las patas para… —Tic, tac, tic, tac, tic, tac. … Zafarla del piso. El hecho de que esté muy fría puede ayudar a que el metal ceda, pero también tengo muy entumido el cuerpo… —Tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac. —¡CARAJO! Cállate. —Mmm… no, no creo. Me está costando mucho esto, a este paso no lo lograré. Si tan sólo tuviera algo más fuerte con qué golpear… mierda, la maldita silla. La misma silla que alejé podría ayudarme a hacer esto. Por suerte no hay mucho espacio y no es difícil traer de vuelta ese pedazo de metal y gloria. Con un pie la acerco a mí, la tiro y la apoyo contra una de las patas. Empiezo a patear y empujar la silla, que a su vez golpea la pata de la mesa. ¡SÍ! Está funcionando. Tras varios “tic, tac” y muchos golpes, la mesa ya está suelta. —Tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac. Tomo la mesa, está heladísima, y se me pegan las manos a ella, pero tampoco mi intención es soltarla. La arrastro hasta la puerta, pero está cerrada. ¡Mierda! No veo otra opción más que despegar una mano. Sólo se me ocurre escupir a la unión entre el metal y mi piel, pero está demasiado pegado. Sé que había dicho que no me lastimaría, pero creo que ahora es necesario. —Tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac. Desprendo poco a poco mi mano izquierda de la mesa; pedazos de mi piel se van quedando en el metal. Quisiera hacerlo rápido, pero es muy complicado. Sólo hasta que ya separé casi la mitad de la palma, puedo jalar todo de una vez: el tirón lastima también mi muñeca con las esposas. Ahora, me pongo un poco de lado y con lo que dan las esposas de la mesa alcanzo una rendija de la puerta y la jalo. Pongo rápido el pie entre la puerta y la pared, y ahora puedo mover la mesa hacia un lado para que no le estorbe a la puerta. Con la pierna abro más la puerta y ahora salgo. Entra un calor de afuera que hace que el metal se descongele y deje mi mano derecha intacta, pero la izquierda sigue sangrando. Salgo todo lo que puedo, pero la mesa no sale; y es cuando uso mi primera idea: cerrar la puerta y romper las esposas con el azotón, pero jamás consideré que mi mano izquierda seria la que tuviera que hacer eso y mucho menos que estaría en tal estado. Tomo la manija, ahora el calor de ésta me quema la poca piel que me queda. Con un último esfuerzo azoto la puerta y se rompen las esposas. —Tic, tac, tic… Despierto tirado en un pasillo. Me levanto y veo a mi alrededor las 11 puertas, cinco de un lado, cinco de otro y una al final. Detrás de mí está sólo un muro que simboliza que no hay regreso. —Tac. Lo hiciste. Pudiste haberlo hecho mejor, pero lo hiciste. —¿Soportarás decirme lo mismo 10 veces más? —No creo que haya muchas veces más, porque a diferencia de cómo lo crees, esto no es un juego de miedos, sino de astucia. Cada reto tiene una manera de resolverse sin salir herido físicamente, claro. Pudiste arrastrar la mesa sólo con jalar las esposas, pero te equivocaste, y eso te pudo costar una mano y te costará mucho dolor a partir de ahora. —¿Sabes?, lo malo de ganar 11 veces será escucharte fanfarronear 11 veces. Termina y hazme el maldito de favor de abrir la segunda puerta. —Por supuesto que sí. Veo que te hace falta una mano con eso. —¿En serio lo ves? Vaya novedad.
Jaime Serratos Morales
Preparatoria 10
Se va a cumplir | Ezequiel Rico Murillo. Preparatoria Regional de El Salto.
Un sonido al fondo, uno, dos, tres. Contaba de nuevo, pues sólo tenía ganas de llegar al número tres y no querer terminar de hacerlo. Aquella gotera que parecía iba no tener final reiniciaba el conteo de nuevo. La puerta de la entrada azotó, sus ojos abiertos observaron aquella figura delgada y joven que entraba. Suspiró, se levantó del viejo pero cómodo sofá, aproximándose directamente a la puerta de entrada usando el seguro. “Llegaste antes”, pensó y escuchaba a lo lejos el canto de aquella mujer. Era puro, causaba esa paz inmensa en él, lo que provocaba una sonrisa al hacerle caminar hasta ella tras su bélico canto; besos sabor cereza sobre su cuello, acompañado de respiraciones profundas, una rutina que amaban hacer cada fin de semana, pero sus lágrimas resbalaban sobre sus mejillas sin saberlo, hasta tocar sus labios, y las lágrimas fueron limpiadas con el ápice de su lengua, tan saladas y tristes. La respiración cercana, manos en su nuca atravesando su espina dorsal que bajaban de a poco hasta sus caderas, lugar donde la tomó con firmeza, levantando su vestido hasta casi arrancarlo. Deseaba más, su anatomía se movió hasta la sala con salvajismo sin perder ese toque delicado e íntimo. Fue un largo forcejeo entre ambos cuerpos. Justo en ese lugar tan sencillo admiró su desnudez junto con el sol, que iluminaba las aperladas gotas de sudor de su piel. Ella bailaba, tocaba con placer su cuerpo, sensualidad acompañando con sus movimientos un olor fétido y nauseabundo que le hizo salir de su trance. El cuerpo aperlado cayó del cansancio, putrefacto, asombrado, asustado, corrió y, con él, aquel cuerpo en descomposición tras suyo jalándole y luchando por ser liberado de lo impuro. El ambiente cambió, la lluvia caía con fuerza, resbaló con el lodo y fue atrapado finalmente con aquellas manos en su cuello que le apretaban de a poco. Era privado de la vida, devorado y destrozado tan rápido que no admiró por última vez su rostro completamente destrozado pero perfecto. Con una pequeña sonrisa gritó finalmente y despertó.: un bucle infinito, lleno de lo impuro y recuerdos del pasado que le perseguían.
Nuestros estudiantes tienen la gran oportunidad de abrir el camino de la escritura a través de metáforas o de significativas comparaciones que la poesía posibilita con rasgos auténticamente humanos en colores diversos. Sus textos están llenos de vitalidad y fuerza; invitan a sus lectores a que descubran con qué identificarse, en el amor, con silencio de la noche, el misterio de la vida y la muerte, de cualquier día, las ausencias cercanas o espacios entretejidos de anecdóticas travesías de existencia experimental.
Los poemas que yacen en este número de Vaivén muestran a nóveles escritores con madurez propia. Osados, nos sorprenden con reflexivas imágenes y otros nos enternecen con el calor de sus tintas. Todos logran hacernos sentir y emocionarnos con sueños propios de su alma tan nueva, como el despertar de su especial voz.
Con la alquimia de las emociones nacen las palabras que se mueven entre sonidos de fugacidad y silencios inspiradores para centrarse un sitio reconfortante entre las nuevas páginas en este Vaivén con poesía, desde las más reconocidas impresiones de nuestros sentidos hasta las más extraordinarias fantasías cargadas de historias armoniosamente bien contadas, breves y sonoras, afiladas y desafiantes, con temas actuales y eternos.
Por ello, la lírica delineada en nuestras páginas nos hace pensar que, si con tan poco tiempo en este mundo nuestros estudiantes de bachillerato con voces propias transitan en este horizonte de la palabra con profundo significado y fina intención en expresar, nos motiva preguntar cómo serán mañana.
En tanto la tinta no se acabe y la mente sea esa incesante inquisidora de la realidad, la poesía será una alternativa vasta e incluyente en estos momentos que tantos reflejos se fueron haciendo ajenos a nuestra cotidianeidad y, como lo menciona Federico García Lorca: “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”, no sólo en el tema del enamoramiento, sino también de la letra, su sonido, la imagen y el significado que nos expone en papel, la tenacidad con la que muestran en sus textos gratamente elaborados.
No cabe duda, la visión del futuro es alentadora, aunque desafiante, con mentes agudas que encaren con lucidez los cambios de esta nueva realizad, tan confusa, intrincada e inédita, para todos.
Y con la frase de Guy De Mauppasant iniciamos el viaje: «Un misterio profundo, grave, flota sobre aquellas brumas: ¡el misterio mismo de la creación! ¿No fue en el agua sin movimiento y fangosa, en la humedad triste de la tierra, mojada bajo los colores del sol, donde vibró y surgió a la luz el primer germen de vida?». Por ello, nuestros jóvenes juglares de la lírica nos garantizan llegar a desatar la imaginación en ese profundo y misterioso mundo de la creación, con sus propias luchas internas, aunque presos de la inspiración, siempre llevados por la delicada y potente voz de la poesía.
María Adriana Sotelo Villegas*
* Poeta y docente en la Universidad de Guadalajara, imparte clases de filosofía desde hace 28 años. Ha publicado en revistas literarias y científicas. En la actualidad es Jefa de la Unidad de Vinculación del Sistema de Educación Media Superior.
La niña que sonríe, sale a las 2:00 pm de su casa.
La niña que sonríe, juega con sus amigas.
La niña que sonríe, gusta del helado.
La niña que sonríe, saca 10 en su examen de matemáticas.
La niña que sonríe, es feliz con su familia.
La niña que sonríe regresa a casa a las 6:00 pm todos los días.
La niña que sonríe, está caminando a casa.
La niña que sonríe, tiene miedo cuando ve un hombre en la esquina.
La niña que sonríe camina rápido, corre, golpea, grita, pero no logra escapar del hombre de la esquina.
La niña que sonríe, no llegó a las 6:00 pm a su casa.
La niña que sonríe, no ha visto a su familia.
La niña que sonríe, no ha regresado a la escuela.
La niña que sonríe ya no come helado.
La niña que sonríe, ya no juega con sus amigas.
La niña que sonríe, está desaparecida.
La niña que sonríe, es una más de las tantas niñas sonrientes que están desaparecidas.
La niña que sonríe, está en una plana del periódico con letras de “SE BUSCA”.
La niña que sonríe, fue secuestrada, violada y asesinada.
La niña que sonreía, está en un lote baldío.
La niña que sonreía, es llorada por su madre.
La niña que sonreía, es afortunada porque encontraron su cuerpo.
La niña que sonreía, fue víctima de la inseguridad de su país.
La niña que sonreía quedó en el olvido, junto con las 10 mujeres que mueren cada día en México.
Dedicado a todas las madres que siguen buscando a sus hijas, aquellas que lloran la pérdida. En memoria de las niñas que han y son violentadas. Para todas las mujeres que luchan.
Gretel Guzmán Cotero
Preparatoria 11
Silence | Joscelyn Margarita López Ruelas. Preparatoria Regional de El Salto.
Qué cambios, parece un vaivén rodante. Pero al mismo tiempo continúa siendo un balance, una aprobación para uno mismo en una arqueología de conceptos idealistas con gente inepta y vivaz.
Daniela Belén Jiménez Díaz
Preparatoria 22
Indeleble | Leslie Maryann Hernández Partida. Preparatoria Regional de El Salto
En el cielo nocturno de esta nostalgia te he esperado, A ti, perseida, que ilumina efimeramente sobre mi tierra, Mantengo la esperanza de tu luz iluminando la soledad del bosque. A ti, por quien las aves dormidas despiertan para admirar tu grandeza, A ti, mi perseida perdida, a ti que con miedo te resguardó en lo profundo de mis ríos, a ti que vas de paso sobre mi espacio y lentamente vas arrasando conmigo y mi naturaleza. Querido polvo de estrellas, derrama sobre mí tus lluvias de llaneza, destruye las malezas a tu paso e irrumpe en las noches de tristezas. Ojalá pudieras admirar de la misma manera mi naturaleza, Pero tu paso es rápido y tu recuerdo es eterno. Si pudiera conservar tu brillo, te llevaría desdeño. Soy una tierra de huracanes y glaciares, mantengo en mi oleaje los secretos del pasado para en el viento soltar las caricias que el dolor me ha dejado. Las heridas en mi sanan como las huellas en la arena, pero los sueños por sí solos hablan y en las noches sin luna de repente estallan. Sé que no te puedo conservar en mí, que en algún momento tendré que dejarte ir. No eres mío y jamás lo has sido. No puedo evitar quedar en oscuridad cuando tu luz se va, pero un amor que se convierte en odio pesa más, que aquel amor que nunca logró pasar. Así que con los mares desbordados te miraré alejado, porque sé que mirarás por última vez a esta tierra, aquella que en ella te dejo dibujar estrellas..
Alexandra Elizabeth Ornelas López Preparatoria de Tonalá
El amor es ciego |María Fernanda Lazo Iñiguez. Preparatoria Regional de Villa Corona, módulo Acatlán de Juárez.
Los efímeros deseos de tenerte suelen ser muy fuertes, suelen lloverme de fuego y sostenerme de pensamientos, cautivan mis instintos y los atrapan en tus mares, revolotean en mi vientre y salen por mis ojos, pero son efímeros y sólo son deseos. Te observo como pescador al mar para perderme en tus colores, hablo de ti como las olas al cielo para nunca dejar de regresar a la orilla del pensamiento, Si no te digo la verdad y sólo miento, que de antemano quede claro que es por miedo, porque eres un huracán en mi tierra y yo sólo soy un viento de septiembre, Porque eres mar de ardora y yo el tonto que te adora. La convergencia de tus mares con los míos sólo es ficción para mis oídos. Al escuchar tu oleaje yo me alejo. Tan sólo tomo el timón y anejo, pero el ademán de mi cuerpo sólo busca un rincón en tu playa, y la limerencia de mi alma un poco de calma.
Alexandra Elizabeth Ornelas López
Preparatoria de Tonalá
Breathe | Leslie Maryann Hernández Partida. Preparatoria Regional de El salto.
Lluvia, me aturden los estallidos de esta tormenta, estridentes truenos remolinan la Tierra. El viento furioso mece el eucalipto, un torrente de agua agita mis recuerdos un huracán impetuoso puedo saborear el agua de sal y oler la humedad tierra. En este mundo todo está equivocado, se podría escuchar ese lamento que cada uno lleva dentro y somos sordos. Miras la nube de espuma y lloras a ratos, y tu silueta lleva lo que anhelan mis manos. Siento que soy un tirano, sabes a cerezas, textura de terciopelo tienen las flores suaves de este edén soñado. ¡Ay!, los sueños echados al vacío música vaga, melodías enterradas albergo esperanzas, desecho realidades, tu mano toma mi helada vida, tacto de ángel, piel tersa, figura inmóvil escucho estridentes susurros, mi pensamiento va lentamente componiendo tu voz, como lejano, comienzo a percibir el silencio de la madrugada. Estoy solo, observo sólo un sueño, nada fue real, más que el arrullo del viento.