La necesidad de contar historias nos acompaña desde siempre. Narrar es parte de lo que somos, aunque hablemos de fantasía o de mundos imaginarios. Encontrar jóvenes que se animan a compartir lo que sienten, lo que piensan, lo que les da miedo o les hace soñar, desde la ficción, es una bocanada de aire fresco. Nos abre la puerta a mundos nuevos, a lo posible.

Porque cuando te cuento algo, también me estoy contando. En cada historia hay un reflejo de quien la escribe y de quienes la leen. Al entrar en esos relatos, nos volvemos parte de ellos. La narrativa es un espejo de lo que deseamos, lo que tememos, lo que soñamos. Es una forma de decir: esto también soy yo.

Contar historias nos conecta con lo humano. Con lo feo, con lo bello, con lo que nos sacude por dentro. Nos recuerda que todavía podemos asombrarnos, que seguimos siendo seres sociales, aunque escribamos a solas.

La ficción es una forma de lanzar al mundo lo que llevamos dentro —deseos, miedos, ideas locas— y transformarlo en palabras.

Nos encanta ver cómo, en los relatos de esta revista, lo fantástico se mezcla con lo real y lo real se vuelve fantástico. Los cuentos y microrrelatos seleccionados condensan mundos completos en pocas líneas. Y aunque a veces se subestime lo breve —porque exige pensar, imaginar, conectar— en estos textos, con un lenguaje directo y potente, se dice muchísimo con poco.

Lo más emocionante de los textos en este número de Vaivén es que confirman algo: leer y escribir nos vuelve cómplices.

 Como dice Ana María Shua:

El microrrelato es un género peligroso: todo tiene que estar ahí, pero con la mayor economía. Como una bomba: pequeña, pero explosiva.

Nos demos cuenta o no, lo que escriben estos jóvenes rompe con la idea de que “los jóvenes no entienden el mundo”. Al contrario: lo ven, lo sienten y lo reinventan. Por ejemplo, podrías, como lector, continuar esta historia:

“Se oyó un golpe seco detrás de la puerta…”

En estos textos observamos que no hay mirada vieja ni repetida. Hay imaginación, hay riesgo, hay juego. Porque narrar también es jugar. Y jugar es otra forma de ver el mundo.

Leamos, pues, a estos jóvenes que usan las palabras para crear, para soñar, para decir “aquí estoy”. Leamos lo que somos y lo que podríamos llegar a ser en esta Caja de Sorpresas.

Los textos que encontraremos en este volumen son eso: explosiones de imaginación, versiones nuevas de lo que ya creíamos conocer, mundos posibles que se sienten más reales de lo que pensamos.

*Carlos G. Amezcua Rosales
*docente de la preparatoria N°8 de la UdeG donde funge como Jefe del Departamento de Comunicación y aprendizaje. Egresado de la carrera de Letras hispánicas de la misma Universidad y Maestro en Metodología de la enseñanza. Entusiasta lector y promotor de la lectura y de la escritura.