José Antonio Canseco Briceño
Preparatoria 15
¡Ya te dije que callaras a ese mocoso! Perdóname, cariño, pero no se calla, tiene hambre, no ha comido. ¡No es mi problema, lo callas o yo lo callo de un chingadazo! ¡No, no! Te prometo que ya se va a callar. Ya ves, mi niño, ya hiciste enojar a papá, por favor, ya deja de chillar.
Decía aquella loca meciendo a un niño putrefacto, frente al cuerpo destripado y agusanado de su esposo.