José Antonio Canseco Briceño
Preparatoria 15
Sus ojos brillaban en la oscuridad; podía sentir perfectamente su mirada sobre mí, su inocente y temerosa mirada. Aunque estaba abajo, yo podía oler su perfume, un dulce aroma a vainilla que la acompañaba a diario. Mis manos sudorosas tomaron las suyas tratando de calmarla. Podía sentir cómo la sangre corría por sus venas, sus jadeos, el sudor en sus manos, el temblor de sus piernas y las lágrimas en sus ojos. No sabía si sus gritos eran de gusto o de temor. Quería imaginar lo que me pasaría después, pero la tensión y mi mente lasciva no me dejaron pensar. Pero, ¿qué podría pasar? Somos dos enamorados, aunque la gente lo juzgue. Somos la experiencia y la juventud compartiendo la cama. Dicen que el amor no tiene edad. Ella me ama, mas no sabe que me ama; es muy joven, no sabe amar. Doce años, una niña, creo que así se dice. Ella necesita a un hombre que la enseñe a amar. Cuarenta primaveras, suficientes para ser un hombre.