Un regalo para algunos, castigo para otros y favor para la mayoría

Sergio Emmanuel Ramírez Anaya

Módulo Tecalitlán de la Preparatoria Regional de Tuxpan
Participante del Encuentro filosófico del SEMS 2020

Resumen

La muerte, como el límite temporal absoluto por excelencia, cuñe al hombre de una forma única y definitiva, y así, la muerte persigue a la imaginación y delimita el horizonte de lo pensable. Mientras que para algunos individuos la muerte es la única sanación a todos sus males, para otros se convierte en su peor pesadilla, haciendo que el miedo a ella pueda dar lugar a una especie de fracaso existencial o ético. ¿Cuál sería entonces una relación auténtica con la muerte? ¿Posee más o menos autenticidad el temor por lo inimaginable? O, mejor: ¿imaginar la muerte es domesticarla dentro de las realizaciones de la imaginación humana? Vivir en la negación de la muerte significa hacerlo dentro de los confines de la ilusión, desinformando, desde el puberto, la existencia de esta. Siendo referente este caso del pavor, es importante saber que seduce con una realidad aparente.

Palabras clave: Muerte, miedo, hombre, negación, temporal, imaginación.

Cruel inocencia | Joscelyn Margarita López Ruelas. Preparatoria Regional de El salto

Introducción

Los juegos de azar son concebidos donde, en la máxima cumbre de estos, posa el aclamado tema del nacimiento y la muerte. Ansiosos, interesados y preocupados hasta los huesos, queda en la tarea de asistir a cada partida, porque a nuestros ojos todo va puesto en ella.
En esta secuencia repercute la presencia de la naturaleza humana; otorgando a cada individuo la habilidad del sentir, y con esto, anteponiéndose el sentimiento al miedo a la soledad, a la tristeza o al desamparo. Miedo a la muerte, ese efecto terminal que, basándose en la definición literal, resulta de la “extinción del proceso homeostático en un ser vivo que, con ello, se precede al fin de la vida” (DLE, s.f.) De esta nomenclatura habitualmente se habla con un significado mantelado, supliéndola por eufemismos (palabras que sustituyen a otras de mal gusto) los cuales maquillan su verdadero fin y propósito. Sujetos con apegos al misticismo o corrientes similares, llegan a hacer ritos a un venerable ente divino, caracterizado con rasgos de la anatomía humana, lo que ha generado que se interiorice en la población la participación de esta con su adminículo para suprimir vidas a cambio de la inexistencia.
No obstante, dejando a un lado las definiciones de la palabra, la impotencia de tratar con algo desconocido saca de las casillas a gran parte con tan solo la mención de ese sustantivo, pero, volviendo al punto inicial de la tesis, ¿qué es lo que en verdad nos asusta, qué nos atemoriza perder? Las fobias a cualquier hecho que no podamos tratar frente a frente nos van a intranquilizar; por ello, la muerte genera perjuicio solo a quien, en primer plano, la tiene en su pensamiento y la ve como el límite de su existencia, sin dar por hecho que es un proceso natural, y no contempla la trascendencia como una manera de vivir eternamente.
En mi caso, un par de veces me he llegado a cuestionar sobre qué podemos encontrar detrás de nuestro último aliento. Preguntas como: ¿dónde descansará la chispa del espíritu que algunos consideran que somos? La respuesta fugaz que se me viene a la mente es que probablemente solo se corroerán nuestros huesos hasta el final, aunque también se pueden considerar los razonamientos de las Leyes de la Termodinámica, como la célebre frase del divulgador científico Carl Sagan: “solo somos polvo de estrellas”.
Desde mi infancia, siempre he tenido inculcado el valor de la fe, y hasta la fecha no lo he perdido (aunque sí ha cambiado, pero eso es otro tema). Dicho esto, entonces, ¿qué me espera a la hora de mi muerte? Los seguidores de Buda, Jesús, Alá, e incluso a los incrédulos de la religión ¿tendremos todos el mismo final? Es precisamente esa complementariedad la sustancia que contrapesa nuestra existencia.
 

Desarrollo

Un punto importante a señalar es que la vida es existencia, pero no necesariamente todo lo que existe es vida. Bajo este concepto se resguardan muchos símiles. Además, es aquí cuando podemos decir que el alma se desprende del cuerpo; el alma existe, pero no vive, debido a que la vida implica mortalidad y ese aspecto carente conduce a que la existencia nos lleve a relacionarlo como atemporal, implicando inmortalidad.
Ahora bien, cuando somos pequeños, y a medida que vamos madurando, los colegios tienen el deber de instruirnos el conocimiento «necesario» para enfrentar nuestro futuro con solvencia, dándonos a conocer el ciclo de la vida. Ahí nos enseñan cada proceso de la vida desde el nacimiento, el crecimiento de cada ser, los alimentos que se requieren y hasta los hábitos correctos, empero, dejan a la intemperie la etapa final de la vida (la muerte) y evitan a toda costa tocar cualquier tema que implique esta palabra. ¿Hay algún motivo para esconder una etapa que inevitablemente pasará? ¿Una sabiduría carente de esto puede considerarse ajeno a la vida? Esto sin duda delimita al hombre a ver el mundo, impidiendo que tengan una mirada global sobre su condición de ser vivo.
Educar, para tener una conciencia sana con realidad auténtica sobre el hecho de morir, nos da a entender que cada momento de la vida es único e irrepetible y que el presente tiene su propio sentido, sin depender del futuro, por la ignorancia de creer más allá de nuestro presente.
Cabe destacar que, así como todo tiene un principio, tarde o temprano tiene que salir un final. El globo de helio pasajero, al dejarlo libre cual feliz ave, planea sobre la fresca brisa del aire; sin embargo, no tardará demasiado en llegar a tocar nuevamente la tierra y acabar su pleno disfrute. Con la analogía anterior, trato de dar a entender que es inevitable que termine la vida tal como la conocemos en algún momento; mañana, dentro de una semana, un mes, una década o incluso más, pero llegará a su final. Empero, ¿es motivo suficiente para llegar a sentirnos desolados, tristes o angustiados? Si pensamos desde otra perspectiva, que todo el mundo es eterno, ¿llegaría el tiempo en el que se logre la felicidad con esto? Tener como única preocupación el placer o cosas vagas no daría la felicidad suficiente al saber que un logro costó escaso tiempo y sudor de una fracción de vida que jamás regresará. El ser eterno te privaría de estos propósitos al darte solución y materia para reparar cada uno, quitando así, el disfrute pleno.
Dicho lo anterior, entonces, podemos decir que, feliz o desgraciadamente, todos vamos a morir. Esto es irremisible y no debe tratar de endulzarse. El amargo trago que deja este sentimiento debe tratarse con la amargura que apaña su duro significado. Debemos aceptar sin peros que ineludiblemente llegará a nuestros seres queridos y a nosotros el final de todo. No obstante, no se debe dejar que el pensamiento recóndito del óbito de cada individuo inflija en el pasar de cada día, ya que lo único que se consigue con el afecto es una generación de angustia. ¿Será por esa razón que, a lo largo de la vida, la muerte es percibida como una sensación zozobrosa?
En este sentido, Schopenhauer propone las acciones de la naturaleza como

“un acto totalmente natural y despreocupado por desenraizar la vida sin hacer ningún esfuerzo para salva la vida del hombre o del animal” (Schopenhauer, 1993).

La naturaleza, sin oponer un gramo de resistencia a sus organismos; no sólo a la avidez del más fuerte, sino al azar más ciego, al humor del primer imbécil que pasa, a la perversidad del niño; esta expresa así, con su estilo lacónico, concisa y precisa indiferencia al anonadamiento de estos seres que no puede perjudicarla, que nada significa y que, en casos tales, tan indiferente es la causa como el efecto. Es por esta razón que no vale la pena tener el amortiguamiento en estas, ya que quedan exentos de total incredulidad frente al final del hilo.
Entonces, ¿nos queda esperar nada de la vida? ¿Qué nos guarda el seguir viviendo, si sabemos que todo es en vano? Si analizamos estas cuestiones con el propósito de querer acelerar el proceso de tan efímera situación, no hay esperanza de nada más que un vacío por no cumplir nuestro desafío en la vida. Más bien, se trata de una acción meramente egoísta, en la que el único beneficio que se obtiene es la autosatisfacción, la liberación del propio sufrimiento y no el de los demás, a cambio de cortar abruptamente las conexiones con los agentes socializadores. A esto me refiero con el hombre como un ser sociable: que, al momento de comunicarse con su entorno, deja que su vida sea solo suya y se vuelve parte del entorno que lo circunda. ¿Creer en la idea de que el suicidio es el único remedio para liberarse del sufrimiento, es correcto? Quizá alguien lo tomará como acierto, pero debemos considerar un factor importante, y es que al hacer esto nos libramos de un sufrimiento que es aparente, damos la vuelta y no enfrentamos el problema de cara.
Depende la situación en la que se encuentre una persona; si esta se halla en un estado terminal, si su vida está sostenida por agujas en su cuerpo, si no tiene deseos de vivir, si es la única salida que le queda que podría traer al paciente a su estado natural, sin secuelas graves, y estando conforme con la idea de que su vida pasará a la eternidad, es ahí donde puede intervenir la conocida muerte asistida que libraría al familiar de un sufrimiento sin salida. Este conseguiría, así, la pérdida al miedo a la muerte. El hecho anterior entra al análisis desde distintas posturas: culturales, sociales, económicas o religiosas, que podrían negarse irremediablemente a este proceso, por lo que esto queda a consideración de cada situación y, como lo mencionaba, a si no hay más escapatoria, ya que, como sostenía Sartre: “el hombre está condenado a ser libre y elegir su propia conducta que lo lleve a finalizar su proyecto de vida” (Sartre, 2009), en el cual el mismo infierno se revela en la vida, y la muerte se ve como el paraíso.

En este punto, puede cuestionarse entonces: ¿qué sentido tiene vivir? ¿Será esto, pues, la verdadera intención de la vida? La vida de cada uno de nosotros es única e irrepetible; es imposible que se dé otra existencia idéntica a la que nosotros estamos viviendo. Y llegará el momento en que termine. Por lo tanto, cada acto de la existencia debe estar marcada, comprometiéndose con los otros. Saber que el temporizador puede pausarse en cualquier momento nos hace mover y actuar, ya sea de una u otra manera. Y si la vida no fuera finita, tendríamos todo el tiempo del mundo para reparar los actos.
La pandemia azotándonos desde todos lados es el claro ejemplo de que el botón de muerte está a disposición del tiempo, y no se sabe cuándo será nuestro fin. Merece la pena vivir pensando que nuestras metas son únicas, que el cumplimiento de estas, nos van a conducir a la satisfacción que nos llevará a regocijarnos y evitará que se guarde el juicio de nosotros en las dos generaciones vecinas cercanas. De tal manera nos inmaterializaremos en una parte de la historia de la humanidad después de nuestra partida y, así como nos plantea la frase de Sagan, viviremos al son de las estrellas, siendo alabados, bendecidos y agradecidos con los que nos vieron y no partir.
Al fin, Platón consideraba que la idea de filosofar era, en cierto modo, prepararse para morir; señalaba que el saber que vas a morir es lo que hace tu vida única e irrepetible, es la conciencia de la muerte la que convierte la vida en un asunto muy serio para cada individuo, solo que esa conciencia, en ocasiones, llega muy tarde.
 

Conclusión

El hablar de la muerte nos hace expandir nuestro criterio sobre el antónimo de la palabra, nos hace observar lo fugaz con lo que se pasa de un estado a otro. Saber que vas a morir no es sencillo. Primero debes aceptarte tal como eres, debes intervenir en tu desarrollo personal y, de este modo, puedes estar seguro de tu destino, de la única garantía que depara el futuro.
Ante todo, Sócrates otorga al alma un lugar preponderante en el ser del hombre, de tal forma que le considera su esencia, y es por ello por lo que el “cuidado” de la misma es lo único que debe importar al hombre, muy por encima de todo lo demás. No debe extrañarnos, por tanto, que los griegos socráticos estuvieran convencidos de que morir es lo mejor que le puede pasar al filósofo y de que la filosofía es una “preparación para la muerte”. Lo mejor es vivir cada momento de la existencia presente, sin vestigios que nos angustien o acusen, ya que, como propone Eurípides: “quién sabe, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida” (Eurípides, s. f).
La muerte se concibe como personal e intransferible, individualizadora e igualitaria. Se suele saber lo que es morirse, pero no se ha experimentado en carne propia; por lo cual, el misterio de la muerte tiene que ser recorrido siempre de manera personal, siempre presente de que esto no debería ser parte de la desesperación y angustia. El sendero hacia la inmortalidad es el sendero hacia el conocimiento.

Bibliografía

Anónimo. (2020). El Universal. El Universal. Obtenido de: https://www.eluniversal.com.mx/nacion/como-la-pandemia-por-covid-19-ha-frenado-la-usticia-para-feminicidios.
— (2020). Obtenido de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/ Rosario-Castellanos
— (2020). Obtenido de EL SEVIER: https://www.sciencedirect.com/science/article/ abs/pii/S1359178919301752