El viento prometió contarles mi historia a los grillos. Parece que la vida siempre comienza con esos extraños ángeles muertos. Espero que el viento sea sincero; a veces es juguetón, luego todo cambia. hay días en que su aburrimiento parece ser digna razón para engañar a los fantasmas.
Parece que es divertido regalar ilusiones transparentes y hacer soñar con que irá al norte, cuando en realidad las direcciones siempre se encontraban trastornadas e intocables, incapaces siquiera de acarrear el ruego de un perro por alimento, aunque sea un churro azucarado, podrido y lleno de hormigas sin nombre.
Si todo lo prometido fuese tan sólo el inicio de un juego que se construye por intrigas y odio, entonces importaría poco si se es soldado, si tengo nombre o si existen los países. Jamás tuve oportunidad de comprobarlo.
Tampoco importa mucho si recuerdan o no quién fui, pero creo que caeré a lo hondo del vértigo si nadie reconoce quién soy. Yo no sé quién fui, no porque no recuerde mi muerte, sino porque las circunstancias que me ataron a ella me parecen vergonzosas, indignas de lo que ahora sueño. Creo que es así y que no sería fantasma si mis deseos fueran concordantes con los deseos que alguna vez creí orgullo de mi existencia; ya no sería alguien si día a día dejara de traicionarme con nuevas inquietudes: por eso me gusta ser fantasma. Pienso y la realidad anhela lo prematuro…
Aún no he imaginado lo que es morir por un amor imposible, no alcancé a hacerlo, porque mi cuerpo actuó y se tragó a sí mismo antes de que los pensamientos lograran cruzar las veredas de mi cabeza.
¡Recuerden!, fui quien se dio cuenta que, cuando nadie nos piensa, lo mejor es estar en pijama. Cuando la sangre oleaba por mis venas, yo siempre podía ser visto en camisa y pantalones de lino. Ahora que soy fantasma, que ya no cocino, que nadie me ve y que nadie me ama, amanezco para cambiarme la pijama por otra limpia. Siempre uso pijama. Es lo que quiero que canten los grillos, que soy un fantasma con pijama, quiero que los fantasmas que aún insisten en usar traje dejen de lamentarse. ¡Son fantasmas! Usen pijama: es cómodo. El viento prometió contarles mi historia a los grillos. Parece que la vida siempre comienza con esos extraños ángeles muertos. Espero que el viento sea sincero; a veces es juguetón, luego todo cambia. hay días en que su aburrimiento parece ser digna razón para engañar a los fantasmas.
Parece que es divertido regalar ilusiones transparentes y hacer soñar con que irá al norte, cuando en realidad las direcciones siempre se encontraban trastornadas e intocables, incapaces siquiera de acarrear el ruego de un perro por alimento, aunque sea un churro azucarado, podrido y lleno de hormigas sin nombre.
Si todo lo prometido fuese tan sólo el inicio de un juego que se construye por intrigas y odio, entonces importaría poco si se es soldado, si tengo nombre o si existen los países. Jamás tuve oportunidad de comprobarlo.
Tampoco importa mucho si recuerdan o no quién fui, pero creo que caeré a lo hondo del vértigo si nadie reconoce quién soy. Yo no sé quién fui, no porque no recuerde mi muerte, sino porque las circunstancias que me ataron a ella me parecen vergonzosas, indignas de lo que ahora sueño. Creo que es así y que no sería fantasma si mis deseos fueran concordantes con los deseos que alguna vez creí orgullo de mi existencia; ya no sería alguien si día a día dejara de traicionarme con nuevas inquietudes: por eso me gusta ser fantasma. Pienso y la realidad anhela lo prematuro…
Aún no he imaginado lo que es morir por un amor imposible, no alcancé a hacerlo, porque mi cuerpo actuó y se tragó a sí mismo antes de que los pensamientos lograran cruzar las veredas de mi cabeza.
¡Recuerden!, fui quien se dio cuenta que, cuando nadie nos piensa, lo mejor es estar en pijama. Cuando la sangre oleaba por mis venas, yo siempre podía ser visto en camisa y pantalones de lino. Ahora que soy fantasma, que ya no cocino, que nadie me ve y que nadie me ama, amanezco para cambiarme la pijama por otra limpia. Siempre uso pijama. Es lo que quiero que canten los grillos, que soy un fantasma con pijama, quiero que los fantasmas que aún insisten en usar traje dejen de lamentarse. ¡Son fantasmas! Usen pijama: es cómodo.
Azul Navarro Becerra
Preparatoria 5