Un sonido al fondo, uno, dos, tres. Contaba de nuevo, pues sólo tenía ganas de llegar al número tres y no querer terminar de hacerlo. Aquella gotera que parecía iba no tener final reiniciaba el conteo de nuevo. La puerta de la entrada azotó, sus ojos abiertos observaron aquella figura delgada y joven que entraba. Suspiró, se levantó del viejo pero cómodo sofá, aproximándose directamente a la puerta de entrada usando el seguro. “Llegaste antes”, pensó y escuchaba a lo lejos el canto de aquella mujer. Era puro, causaba esa paz inmensa en él, lo que provocaba una sonrisa al hacerle caminar hasta ella tras su bélico canto; besos sabor cereza sobre su cuello, acompañado de respiraciones profundas, una rutina que amaban hacer cada fin de semana, pero sus lágrimas resbalaban sobre sus mejillas sin saberlo, hasta tocar sus labios, y las lágrimas fueron limpiadas con el ápice de su lengua, tan saladas y tristes. La respiración cercana, manos en su nuca atravesando su espina dorsal que bajaban de a poco hasta sus caderas, lugar donde la tomó con firmeza, levantando su vestido hasta casi arrancarlo. Deseaba más, su anatomía se movió hasta la sala con salvajismo sin perder ese toque delicado e íntimo. Fue un largo forcejeo entre ambos cuerpos. Justo en ese lugar tan sencillo admiró su desnudez junto con el sol, que iluminaba las aperladas gotas de sudor de su piel. Ella bailaba, tocaba con placer su cuerpo, sensualidad acompañando con sus movimientos un olor fétido y nauseabundo que le hizo salir de su trance. El cuerpo aperlado cayó del cansancio, putrefacto, asombrado, asustado, corrió y, con él, aquel cuerpo en descomposición tras suyo jalándole y luchando por ser liberado de lo impuro. El ambiente cambió, la lluvia caía con fuerza, resbaló con el lodo y fue atrapado finalmente con aquellas manos en su cuello que le apretaban de a poco. Era privado de la vida, devorado y destrozado tan rápido que no admiró por última vez su rostro completamente destrozado pero perfecto. Con una pequeña sonrisa gritó finalmente y despertó.: un bucle infinito, lleno de lo impuro y recuerdos del pasado que le perseguían.
Osiris Nataly Velázquez Herrera
Preparatoria Regional de Tlajomulco de Zúñiga