Desde la antigüedad, la poesía…


Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:
soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible adonde entraba
(y no lo hará jamás, nunca, dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

José Emilio Pacheco


La poesía es un género que se ha cultivado desde la antigüedad. Ya en Las mil y una noches, los personajes, motivados en expresar su estado emocional más profundo, recurrían a recitar versos para conmover a quien los escuchaba. Ejemplo de ello sucede en la noche 35, cuando Alí-Nur entrega como regalo a Dulce-Amiga, su hermosa esposa, al califa, Harún Al-Raschid, disfrazado de pescador; pero antes de despedirse le recita amargamente estas dos estrofas: “¿Vas a huir de mí, ¡oh, sangre pura de mi corazón!, cuando tu sitio está en este corazón herido, entre mi pecho y mis entrañas?/ ¡Ah! ¡Te suplico, oh, tú, el clemente sin límites, que reúnas a los que se separaron! ¡Qué repartas, oh, generoso, los beneficios entre los hombres!”.
Ha transcurrido mucho tiempo y el ser humano sigue encontrando en la poesía la forma más emotiva de expresarse, particularmente los jóvenes. Ellos buscan un nuevo lenguaje, más rico, subjetivo y polisémico. Inventan la palabra, la liman, la tallan, la acarician y la depositan en el corazón de los lectores.
Los poemas que leeremos en este número de Vaivén hacen un recorrido por la soledad, la ausencia y la tristeza, elementos propios de una juventud en busca de sí mismos y de una felicidad inalcanzable. Pero hay otros que son cantos nostálgicos a la naturaleza, a las estrellas y a los espacios habitados por fantasmas. Y para quienes gustan de las vanguardias, un poema al estilo estridentista que nos recuerda “Prisma”, del poeta veracruzano, Manuel Maples Arce.
Invitamos al lector a unirse y contagiarse de susurros, voces y lamentos, de jóvenes creadores de nuevas realidades; éstas, muchas veces, próximas a ellos mismos. Invitamos a tocar sus poemas, en algunas ocasiones sentirás texturas suaves y tersas que te envolverán en cálidos sueños; en otras, apenas te rozarán y sentirás el fuego, el dolor, el desvanecimiento.


Pedro Lomelí Hernández*

* Licenciado en Letras por la Universidad de Guadalajara y maestro en Educación por Tercer Milenio. En la actualidad imparte clases de Habilidad verbal y Estilo y corrección en la Preparatoria de Tonalá.