Érase una vez… Un reino que hace muchos años había logrado ser uno de los más grandes e importantes del mundo. Para desgracia de muchos, ese reino actualmente estaba a punto de ser olvidado junto con sus habitantes.
Pero, ¿por qué había sucedido esto? Se preguntaban los habitantes del Reino Casi Olvidado. La respuesta, aunque estaba frente a ellos, no podían verla. Los pocos habitantes que quedaban preferían la comodidad y decidían aguardar a que el problema se solucionara solo, en lugar de buscar una historia que contar.
Entre aquellos habitantes existía un joven que era distinto a todos los demás, no prefería quedarse en su casa y siempre estaba en busca de una aventura.
Henry, como todas las mañanas, se levantó entusiasmado por el nuevo día que tendría. Tomó su ropa y se vistió lo más rápido que pudo. Bajó las escaleras y con un grito se despidió de sus padres. Mientras corría por el pueblo, iba saludando a todas aquellas personas que se encontraba: la panadera, el herrero, el cartero, la florista, incluso al Señor de los Gatos. Muy pocos le regresaban el saludo, pero no le afectaba en lo absoluto. Él estaba concentrado en su próxima aventura: La Cascada.
—Oye, ¿podrías dejar de hacer eso?— dijo Henry a la gran voz que escuchaba todos los días. —Ya estoy harto de que repitas todo lo que hago—, me reclamó.
Henry, al no escuchar una pronta respuesta, creyó que todo había terminado y que mi magnífica voz se había apagado.
— ¡Ya deja de hacer eso! —, dijo algo irritado. —Y tu voz no es magnífica.
Yo, algo confundido, no entendía por qué después de tantos años Henry se salía de sus líneas y me hablaba directamente a mí. —Pues porque no me dejas estar solo en ningún momento, siento que todo el tiempo alguien me vigila— dijo mientras cambiaba de dirección, de vuelta al pueblo. —¿Por qué siempre narras mi vida?
La respuesta era muy sencilla: Yo era un narrador y a eso nos dedicamos los narradores. Además, Henry era el único que hacía algo interesante en el pequeño Reino Casi Olvidado.
—No soy el único que hace cosas interesantes, ¿por qué no pruebas con alguien más aquí en el pueblo? Estoy seguro de que podrás encontrar a alguien más—, me dijo.
Nunca me había puesto a pensar en eso y, mientras analizaba la situación, me di cuenta de que la vida de Henry, al igual que la de muchos, era rutinaria y comenzaba a parecerme aburrida, así que… ¿por qué no cambiar?
Ahora existía un problema: ¿qué historia narraría si no era la de Henry? Habían pasado tantos años narrando la misma historia que nunca había visto la posibilidad de narrar alguna nueva.
—Podrías narrar a cualquier persona—, decía mientras pasaba a lado de la panadera. Intenta con ella.
Pero, una panadera no me parecía suficientemente interesante para una historia.
Tú solo inténtalo—. Fueron aquellas las palabras que me hicieron dar el salto. Mientras, en la cabeza de Henry, mi voz se extinguía lentamente hasta generar un extraño vacío oscuro. Nunca había hecho algo así antes y jamás habría imaginado que tendría que buscar una nueva historia. La sensación de estar viajando en esa oscuridad hasta una cabeza nueva me parecía difícil de describir.
—Suerte— escuché decir a Henry justo en el momento en el que mi voz ya no era escuchada por él, sino por la panadera.
Érase una vez… Una panadera llamada Rosa, que solía presumir que el miedo no era parte de ella y que seguro era la más valiente de todo el pueblo, comenzó a escuchar una voz en su cabeza luego de ver al joven Henry hablando solo. Esto le llenaba el cuerpo de un terror escalofriante.
Ella, a pesar de creerse la más valiente, en su interior guardaba muchos miedos y una voz en su cabeza era un síntoma de uno de ellos: la locura. Obviamente ella no gritaría o saltaría del miedo. Esperaría hasta su casa para demostrar aquel miedo.
—¡Ya!—, dijo justo a unas calles de su pequeña choza. —¡¿Qué está pasando!?
Yo no había pensado en la posibilidad de que alguien se podría asustar con mi voz, ya que solía ser tranquila, pero incluso mi narración sobre sus pensamientos comenzaba a asustarme.
—No estoy loca, no estoy loca, no estoy loca—, comenzó a decir en voz alta, para convencerse a ella misma de que mi voz era tan solo arte de su imaginación. — ¡Cállate!
La reacción comenzaba a asustarme, así que decidí explicarle todo de manera…
—¡No me expliques nada! ¡Largo!—, dijo mientras me interrumpía y su vecina la florista la veía con extrañez. —Estoy soñando, sé que es un sueño.
Lamentablemente para ella, lo que le estaba pasando no era un sueño y había sido culpa de Henry. Ella estaba aterrada y el miedo que yo sentía por su gran desesperación y sus sollozos era suficiente motivo para salir de su cabeza y buscar a Henry.
Oscuridad. Vacío. La sensación era muy extraña, y una pregunta surgió en mí. ¿Qué era ese lugar?…
Antes de que tuviera tiempo de contestarme, sentí de nuevo los pensamientos de la cabeza más cercana a la que puede llegar. Sinceramente me decepcionó que no fuera la persona con la que tanto tiempo había estado y nunca había tenido problemas.
Érase una vez… Una joven hermosa que había tenido que viajar al Reino Casi Olvidado para apoyar en el negocio de flores que había iniciado su padre. Y aunque el negocio iba decayendo, gracias a la poca gente que llegaba al reino, Kate seguía con la esperanza de que algo sucedería, que cambiara ese lugar para siempre.
A diferencia de la panadera, ella estaba reaccionando bien y de forma calmada. Mi voz no la asustó, sino que la sorprendió y estaba esperando a que dejara de narrar un poco, para así poder hablar ella sin necesidad de interrumpirme.
Luego de empezar a reírse ella habló:
—Esto es muy extraño—, dijo aun entre risas. — ¿Qué está pasando?
Su reacción me pareció algo extraña, luego de ver a la panadera gritar como una total psicópata, su risa era algo totalmente inesperada.
—Espera… estás narrando. ¡Eres un narrador!—. Su increíble deducción me había dejado impresionado y sinceramente no tenía nada qué decir. —
¿Un narrador sin palabras?
Yo, luego de admirar su gran capacidad para deducir cosas, comencé a explicarle que yo era un narrador sin historia, por lo que estaba en busca de una historia que pudiera regresar al Reino Casi Olvidado a su antigua gloria. Había muchas personas en el pueblo, pero muy pocas podrían llegar a tener un gran final, así que yo quería narrar la vida de aquella florista.
No. Mi historia no sería interesante, estoy demasiado ocupada con la tienda de mi padre y tengo que cuidar de las plantas que hay ahí—. No entendía por qué, si uno de sus mayores deseos era poder viajar a otros lugares. —Tienes razón, pero mi padre confió en mí y no lo puedo decepcionar.
Esto no podía ser cierto. Me había metido en un problema muy grande al salir de la cabeza de Henry. Encontrar una historia que narrar comenzaba a volverse más tardado de lo que pensé.
—Oye—, dijo Kate, sacándome de mis pensamientos dentro de su cabeza.
—¿Tienes que narrar a otra persona para hacer tu trabajo?
No comprendí su pregunta. Era obvio que necesitaba a alguien para así poder hablar de él y contar cómo soluciona sus problemas.
—A lo que me refiero es: ¿no puedes narrar tu propia historia?
Era una pregunta increíblemente peculiar y, si soy sincero, nunca se me habría ocurrido a mí, ni siquiera sabía si eso era posible.
—Yo te ayudaré a buscar una historia si no funciona, pero puedes intentarlo.
Era agradable tener el apoyo de alguien, pero si su idea funcionaba, ya no iba a necesitar más ayuda de alguien, y podría crear una historia increíble que regresaría al Reino Casi Olvidado a su grandeza. Así que después de una espera larga, decidí a intentarlo…
Una última vez, viajé al vacío y volví a sentir todas aquellas sensaciones extrañas, pero esta ocasión me quedé ahí el tiempo suficiente como para entender que ese lugar extraño era mi cabeza. Y ya cuando había razonado todo, escuché mi voz:
—Érase una vez… La voz de las historias… La voz de mi historia…
Juan Pedro Junco Díaz
Preparatoria 10