Al frente está ella. Tiene 13 años, y anda con su uniforme azul celeste. Yo la llevaba a la escuela o, en este caso, al concurso. Es una tarea que disfruto. Pienso que se debe a que es de los pocos momentos en los que puedo sentirme cerca de ella. Después de todo, sus estudios la ocupan mucho, y yo, bueno, también tengo mis propios asuntos de vida “adulta”.
—Así que… la Olimpiada de Matemáticas—, le digo en tono casual mientras caminamos—. Eres un genio, Mel, seguro que esta vez sí ganas.
—Sí, eso espero, ¡No voy a conformarme con un segundo lugar de nuevo!—.
Esta vez su expresión se vuelve más determinada—. Y sabes que me siento rara cuando me llamas de esa forma.
Me cambio del lado de la calle para estar junto a ella y le sonrío travieso.
—No puedo evitarlo—, le digo y continúo—: Entonces ¿Tengo que recordarte que le prometiste una invitación a tu persona favorita?
—Ah, ¿lo hiciste? —. Tomó mi mano y la apretó ligeramente—. Yo te dije que tal vez. Nunca aseguré nada.
Ya veo, entonces creo que simplemente podría comerme la caja de mazapanes yo solo. —¡Qué torpe! Es cierto. Tengo tu invitación justo aquí—. Golpeó el bolsillo delantero de su mochila.
—Me alegro mucho de que te hayas recuperado de tu amnesia, mi pequeña Mel—. Ella hizo un gesto acompañado de una risita. Luego, me abrazó.
—Bueno, ¡nos vemos, Charlie! —. Se da la vuelta y se dispone a entrar siguiendo una estampida de niños.
—No tan rápido—, le llamo la atención y apunto a mi mejilla. Mel me planta un beso en el mismo—. Ahora sí, nos vemos.
La despido con la mano y la veo irse hasta que desaparece, con una larga melena castaña flotando detrás.
Me doy la vuelta y camino por el vecindario de manera más solitaria. Iba a regresar por ella tan pronto acabara la prueba.
Mientras caminaba, no pude evitar echar un vistazo a su casa, donde podía ver a sus padres conversando en la sala.
—¡Querida! ¡Llegó! ¡Finalmente está aquí!
Me acerco lentamente al lugar de donde provienen las voces, recargado sobre la pared de afuera procurando ser discreto.
—¡La han aceptado!
—¿De verdad? ¡Esto es asombroso! Finalmente podrá tener la oportunidad que se merece.
—¡Debemos darle la noticia en cuanto llegue! Estoy seguro le encantará un ambiente más a su nivel.
—Así es. Y además… Tendrá más privacidad—. El tono de angustia de la mujer es perceptible.
—Sí, lo sé—, le da la razón el padre, y despeja las cosas—. Yo me encargo de recogerla y después podemos darle la noticia.
Me quedo paralizado con cada palabra. Siento mi corazón acelerado y de pronto me siento aterrado de que me encuentren y descubran que escuché todo. Sin pensarlo mucho, salí de allí hacia mi destino original. Mi propio hogar. Tomé las llaves de la mesa y encendí el carro.
Ira corre por mis venas. Estaba seguro que lo hacían por mí. Mi presencia siempre les había incomodado, pero ahora se habían pasado.
No iba a dejar que la alejaran de mí. Después de todo ¡era mi hermana! ¡Ni el accidente, ni ninguno de sus estúpidos papelitos de adopción podían cambiar eso!
La espero estacionado afuera de la escuela hasta que el concurso acaba.
La llamo desde la ventanilla.
—¡Mel, Meli, ven!
—Oh, estás aquí. Pensé que mi papá vendría…—. Hace un gesto de extrañeza, mientras yo abro la puerta para que entre.
—Cambio de planes—. Veo por el espejo retrovisor. A unos pocos coches de mí, estaba él, caminando por la misma acera donde nosotros veníamos hace apenas una hora. Eso me obliga a apresurarme.
—¿Qué… tal el concurso?—. La veo de reojo encogiendo los hombros.
—Me fue perfectamente. Estoy segura de que el idiota de Bruno no me va a quitar el puesto esta vez—. Me mira con esa confianza suya.
Eso me ayuda. Aunque aún me siento tenso. No han puesto denuncia pero evadir las estaciones de policía no estaba de más, ¿cierto?
—¿No vamos a mi casa, Charlie? —, pregunta de pronto y me desorienta un poco.
—Quiero dar un paseo y de ahí llevarte a mi casa para darte los mazapanes que te prometí— Trato de lucir tan tranquilo como podía.
—Perfecto. Me alegra saber que eres alguien de palabra—. Me sonríe ganadora.
—Espero lo mismo de ti, niñita—, respondo imitando un tono gruñón. Ella sólo sostiene su expresión.
Sigo conduciendo. En un silencio un tanto incómodo, que se rompe un par de minutos después por una pregunta de mi pequeña Melissa.
—¿A dónde vamos de paseo?—. Me siento feliz y complacido a penas pregunta eso.
—¿No reconoces por donde estoy yendo?—. Sus ojos se llenan de confusión y niega despacio con la cabeza.
—¿En lo absoluto? Anda, mira bien—. Coloco mi mano sobre su pierna acariciando su palidez. El gesto parecía desconcertarla, mas siguió mirando a los alrededores como buscando pistas.
Mel de verdad no parecía reconocerlo. Fui deteniendo el carro lentamente en la orilla, mirándola con los ojos abiertos como plato, con el corazón latiendo tan rápido que dolía.
—Quiero que recuerdes, enfócate—. La tomo por los hombros y la obligo a mirarme. Quizá demasiado por sorpresa, ya que se sobresalta al instante. —¡Aquí fue el accidente, Mel! ¡El que acabó con la vida de nuestros padres! ¡El que nos separó! ¿Te han lavado el cerebro, no es cierto? ¡Ellos te han lavado el cerebro! —. En menos de lo que me doy cuenta estoy gritándole.
—Charlie…—, su voz sale como un hilo tembloroso. Sus ojos están húmedos y llenos de terror.
Rápidamente, suavicé mi voz. No quería asustarla.
—Sólo te traje para que recordaras. Para que accedieras a irte conmigo. Así podremos estar juntos de nuevo—. Fuerzo a las comisuras de mis labios a elevarse. Eso no pareció reconfortarla.
—N-no puedo, Charlie, estás… muy confundido—. Quitó mis manos de sus hombros.
—¡No es así! Vamos.
—No soy quien crees. Soy… tu vecina ¿te acuerdas? Mi nombre es Mónica. Mónica Martínez— Noto cómo una de sus manos, temblorosa, se dirige a la manija del carro. Con lentitud. —Sé que… yo—, Soltó un quejido desesperado. Como si quisiera decir muchas cosas, pero no supiera cómo hacerlo. —Sé que podemos arreglar esto si tan sólo me llevas a casa, ¿sí? Por favor, por favor, volvamos…—, ruega.
Pero ya no puedo escucharla. Pongo seguro a las puertas y arranco pisando el acelerador con tanta fuerza como puedo.
Era definitivo. La habían arruinado.
Mas voy a recuperarla. Porque voy a asegurarme de que nadie va a volver a quitármela.
Nunca más.
Itzel Alejandra Ambriz Saldívar
Preparatoria 10