Estaba sentado con la mente en blanco, listo para dibujar lo que fuera; sin embargo, no lograba realizar un trazo y estar seguro de querer dibujarlo. Se resignó a rayar sólo líneas, esperando que su obra poco a poco fuera tomando forma o que le llegaran ideas para plasmar en el papel o rendirse y colmar (aún más) al cesto de basura, lo que pasara primero.
Nunca sabía con exactitud qué hora era, o si el sol alumbraba el lugar o si estaba nublado, dormía sólo cuando estaba cansado, si es que lograba cerrar los ojos; se ha mantenido en su viejo cuarto con sábanas sucias por encima de las cortinas rasgadas, las cuales dejaban entrar la luz exterior de vez en cuando, interrumpiendo la profunda obscuridad que tanto amaba, así que hizo lo posible para que eso no pasara de nuevo.
Una duda sin importancia atacó su mente y lo trajo de nuevo en sí: ¿Cuánto tiempo llevaba ahí adentro?, y no se refería exactamente al cuarto, porque sabía que eran algunos años, sino que no estaba seguro de cuánto tenía enfrascado, sin ideas, con una hoja amarillenta, ahogada por las lágrimas de un ser que no sabía nada de sí mismo y que inútilmente trataba de dibujar su vida, su muerte, o cualquier cosa que tuviera en mente, aunque creía que esas líneas y palabras sin sentido no distaban mucho de la indescifrable masa de formas inacabadas que se pintaban en su cabeza.
Quizá por tener tanto tiempo ahí adentro sus pupilas se habían obligado a ver con una luz prácticamente nula que sólo permitía diferenciar contornos de muebles que “seguro podrían sepultarme con tanto polvo que los cubre”; lo pensaba tanto que en realidad lo deseaba, e incluso lo llegó a dibujar en alguna hoja que ya estaría hecha puño y que tal vez yacía en el cesto de basura.
A pesar de no estar seguro de soportarlo, encendió el foco para tener una visión más clara de su actual creación basura: un montón de líneas que se encimaban sobre otras, creando una perfecta nada, junto a ella un tanto de hojas llenas de letras y que no estaba seguro de haber sido él quien las escribiera:
Me… Solo… Es… Nadie…
Odio… Muerto… Estoy…
Creador… Suicidio… Vida…
Fallida…
Comenzaron a caer gotas sobre la mesa, era una mezcla de sudor, lágrimas y suciedad. Tomó otra hoja que se había mojado un poco, la analizó y se dio cuenta de que tampoco recordaba haber dibujado ese cuarto viejo, con sábanas en lugar de cortinas, una oscuridad impenetrable y una persona dentro, con una mesa enfrente, un lápiz en una mano y una hoja blanca en la otra, además una mancha que él pensó que era una forma humana que había perdido rasgos gracias a la asquerosa mezcla que había caído ahí.
Miró a los lados, pero sólo lograba distinguir siluetas tenues de lo que creía alguna vez habían sido muebles, ahora cubiertos de polvo (el suficiente para sepultarlo) pero nada ni nadie más.
Cuando se volvió a su escritorio notó que estaba otra hoja que contenía palabras que esperaba hayan sido escritas al azar:
Ambos… Soledad…
Matar… Existo …aquí… Esclavo…
H a r t o… ¡No…!
Su corazón comenzó a acelerarse y su mente se sentía perdida más que nunca. Poco a poco perdía la calma y controlar su cuerpo se volvía más difícil. Inevitablemente comenzó a arrojar trazos sobre la penúltima hoja limpia, del centenar que tenía inicialmente, sin poder detenerse la hoja se llenaba de figuras y formas; en esta ocasión todo tenía sentido en cuanto a lo que estaba plasmado, pero no tenía nada coherente en cuanto a lo que representaba.
Tomó la última hoja que quedaba y escribió algo que no tenía idea de dónde había salido. Alguien tocó su hombro. Se sobresaltó. Sintió húmeda su piel, se tocó con la yema de los dedos y los acercó a la lámpara para averiguar qué era. Estaban teñidos de rojo.
Inminentemente cayó sobre la mesa cubriendo todo de sangre.
Dio un fuerte último suspiro provocando que el centenar de hojas en blanco cayera esparcido en el cuarto olvidado y la última hoja que utilizó cayó sobre un cúmulo de polvo que se situaba en el centro de la habitación. De algún lugar cayó un dibujo sobre el escritorio, la hoja número 101, apenas visible, de un cuarto deshabitado, un escritorio deteriorado y en medio de la habitación un montón de tierra, encima de éste alguien había escrito más letras.
…zo…
…frenia…
Eugenio David Aguilar Díaz
Egresado de la Preparatoria Regional de Tecolotlán