La jugada perfecta
La vi y quería que fuera mía, corrí tras de ella y jamás la perdí de vista, el área no estaba libre pero tres paredes en espacio reducido fue suficiente para burlar toda defensa, sólo y sin dudarlo disparé de primera. La euforia exaltaba mis venas, las de ella se desangraban.
Bajo el árbol
Herido, solo y rodeado por el enemigo, pensó en su familia, en la guerra que lo había llevado hasta ahí y en lo que había guardado en el bolso de su camisa para justo ese momento. Alucinando, se llevó a la boca aquel mortal amigo suyo que de tantas lo había salvado, sintió por última vez ese polvo destinado a arder hasta convertirse en cenizas, de a poco lo introdujo en su garganta, y al cerrar sus ojos, jaló del gatillo.