Lo observaba todos los días discretamente mientras entrenaba.
Cuando llegaba al gimnasio y se sentaba al borde del ring a vendarse las manos.
Cuando terminaba el calentamiento y se ponía sus guantes de 12 onzas.
Cuando hacía explosiones en el costal y sparring al final del día.
Así que un día dejé de observarlo y subí al ring, solté dos jab directo a sus labios, un gancho al hígado y esquivé un contra golpe que casi roza mis senos, volví con un volado, un uppercut directo al rostro… quedó enamorado de mí.
Andrea Jacquelinne Reyes Luna
Preparatoria 13