He apagado la luz dos veces,
y otras tres la he prendido.
La piel se me esconde en las venas de la poesía,
perpetuas y agonizantes.
He apagado la luz una vez más,
sosteniendo un aire surrealista.
La ambrosía de tus besos cobija nuestras almas temblorosas.
Me hablas en susurros, retorna nuestra historia.
Cuéntale al delirio la profecía de un augurio herido,
cuando los fríos vientos congelan nuestros íntimos pies descalzos.
He prendido la luz una vez más,
y al mirar la ventana, me he encontrado con la atosigable versión de mundo.
Te fugas en silencio, en palabras desnudad
donde la soledad baña las insignificantes calmas de tu ser
y el cielo pálido incendia nuestra piel desnuda.
Ya para cuando me he dado cuenta,
la batería del reloj se ha extinguido.
A lo lejos, ausencias fabricadas por las gráciles manos
exuberantes, elogiadas
muestran sus entrañas roídas.
El hilarante pasado caza la retención del ruido
al encerrar los ecos de las sempiternas voces.
El vituperio presente emerge a ciegas medias,
de majales semidestruidos,
y en la yunta, solitaria y vieja
paso a paso el sol navega en un navío
al menear agua al compás de un silbido,
clave en cuarta línea, hecha un suspiro
bajo la tormenta que crispa su melódica ausencia.
Inminente, lo enseño a crear
ausencias en la palma de su mano,
insípidamente en susurros desahuciados.
Karina Naidelyn González Govea
Preparatoria Regional de Puerto Vallarta