Laura Susana García Gámez
Preparatoria 9
Participante del V Coloquio Filosófico del SEMS 2016
“Hannah Arendt”
Abstract
Este ensayo tiene como principal eje articulador el de encontrar una razón a la existencia humana, pasando a través de distintas “razones” ya postuladas e incluso aceptadas por algunos, a lo largo de la historia. También se tocarán temas tales como la toma de decisiones, la libertad, el libre albedrío, el suicidio, la individualidad, la especie, el individuo, el colectivo, la existencia misma y la comprobación de ésta. Asimismo se hablará de distintas posibles respuestas a la cuestión ya mencionada, descartando algunas y aceptando otras, aunque se argumentará por qué no es mi postura hacerlo de manera definitiva, dado el trasfondo, el contenido y las ideas que entran en contradicción. Estas respuestas han sido citadas a partir de los trabajos y obras de otros autores, quienes buscaban lo mismo que yo. Es por lo antes mencionado que tengo la esperanza de que disfruten esta disertación filosófica al igual que lo experimenté al escribirla, expresando mis argumentos y las posturas que asumo en términos filosóficos.
El objetivo principal de este ensayo es tratar de buscar el sentido de la existencia humana, pero a cada letra que plasmo me voy preparando para cualquier respuesta que podamos encontrar e incluso considerar la posibilidad de que no lleguemos a encontrar alguna, porque, como aseveró Fromm (2004), “el hombre es el único animal para quien su propia existencia es un problema que tiene que resolver”. (p. 230)
Es probable que el sentido de la existencia humana sea un tema que se ha tratado desde ese transitar del mythos al lógos, con el descubrimiento y el uso de la razón.
Desde luego que, como especie humana, hemos intentado darle sentido a través de diferentes religiones, desde el planteamiento de que Dios nos creó a imagen y semejanza suya para, posteriormente, darnos orden de poblar y conquistar este planeta. Esta fue la idea que prevaleció hasta que se empezó a cuestionar el cristianismo y otras concepciones basadas en la existencia de un Dios omnipotente y eterno. Si usamos un poco de lógica, nos daremos cuenta que, por mera extensión, Dios es quien va poblando el mundo poco a poco, ya que somos imagen y semejanza de él, convirtiendo nuestro sentido en un medio.
Ciertamente es complejo definir el sentido de la existencia, pues a veces el existir ni siquiera se puede comprobar más allá de nosotros, poniendo en duda nuestra propia existencia y, ¿para qué dar sentido a algo cuya existencia no se puede asegurar? Como Sartre (1998) solía decir “… todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad” (p. 111).
Es reconocer que el mundo rota sobre su propio eje hacia un solo sentido; los planetas se mueven alrededor del sol, igualmente en un sentido. Biológicamente la vida corre en un sentido de forma rigurosa, incluso nuestro cuerpo produce movimientos hacia un solo sentido. Pero en filosofía el sentido no es riguroso; casi me atrevo a decir que el sentido no se mide de forma objetiva, sino de manera subjetiva. Y es que primero existimos, luego decidimos a dónde caminar, qué ser y, obviamente, qué sentido tiene el existir.
Pero habrá otros que aseguren que todos tenemos una razón de ser, y puede que sea verdad así como puede no serlo. Es más fácil decidir si vas a construir una silla o una mesa antes de en verdad construirla. Pero en el caso de los humanos no somos una silla o una mesa que tienen funciones definidas. Aunque tenemos un par de cosas en común, como que habrá mil y un diseños, mil y un colores pero, lo objetivo en esta consideración es que, no obstante esas aparentes diferencias seguirán siendo una silla o una mesa.
Resulta cómodo creer que fuimos creados por algo más grande que nosotros, algo que nos dio una misión específica y que sólo estamos aquí para seguir de forma ciega y sumisa su palabra, sus mandamientos y sus enseñanzas. Por otro lado, tenemos la suposición de que biológicamente fuimos creados como una plaga para evitar la sobrepoblación de otras especies. Fuese cual fuese nuestra misión en un principio es muy posible que ya no sea la misma que tenemos actualmente, pues somos seres que se encuentran en cambio constante (el sentido dialéctico de la existencia).
De lo que se infiere que, es posible afirmar que de una u otra manera, al nacer existimos, asumiendo que no es consecuencia de una decisión, sino, ante todo, por obligación y se fragmenta así el primerísimo sentido de la libertad. Esto nos conduce a aceptar que no tenemos libertad hasta llegar a cierta edad, donde ya estaremos en condiciones propicias para decidir qué hacer, qué decir y qué ser. Así, nuestra lucha interna de ser o no ser es eterna porque vivimos interactuando con los demás.
En este sentido, hay que recordar que las poblaciones están hechas de individuos, y dichos individuos tienen la “libertad”, aunque esta nunca será absoluta, de realizar lo que más les gusta; es un “libre albedrío” individual que genera dirección conjunta. Considero que este tipo de cuestionamientos sobre la existencia humana que hiciera Sartre (1969) lo llevó a manifestar que, en cierta forma “el infierno son los otros”.
Ya que hablamos de los otros, es momento de que nos vayamos enfocando un poco más en cada caso, porque, siendo congruentes con lo argumentado en párrafos anteriores, la libertad no existe, y si la libertad no existe entonces el sentido creado en conjunto no existirá tampoco. Cada uno es la consecuencia de sus circunstancias y de sus posibilidades. Yo quería ser hombre, por ejemplo, y heme aquí: mis circunstancias no me lo permiten, tampoco tengo la posibilidad de serlo. Así que no me ha quedado más remedio que seguir siendo mujer.
Pero son los pequeños detalles los que podrían dar pie a la dirección en conjunto, ponerse cierto tipo de zapatos, usar ciertos colores, el peinarse o mirar a alguien los que crean las modas, los objetivos y las razones. Son esas pequeñas decisiones de ceder o no el asiento en el camión, las que crean las reglas, los sentidos compartidos dentro de un grupo social.
Pero aún esos pequeños detalles no son completamente propios pues tenemos influencias externas, ya sea el calor, las miradas ajenas (esto puede variar según el nivel de importancia que cada persona tenga ante la opinión ajena), el contexto, la moral aprendida, la moral propia, los valores personales y los universales. No estamos predeterminados, no lo malentiendan, pero jamás tendremos una decisión total y completamente propia, y eso no es agradable.
¿A dónde me dirijo con todo esto? Sencillo: existir es un acto involuntario y obligado. Hallar una razón es una pregunta y es decisión de cada uno responderla o no, ahí entra la libertad absoluta, la decisión de acabar con la existencia o encontrarle sentido a la misma y seguir viviendo, aunque no sea de nuestro agrado. Casi podría afirmar que la razón del ser humano es ser libre, pero no, básicamente porque se me hace una aseveración incluso insulsa. Aunque, cualquiera que me conozca entenderá que para mí todo es, hasta cierto punto, soso.
Incluso el tener la opción de acabar con la existencia es una posibilidad pues, a fin de cuentas, todos vamos al mismo lugar, biológicamente hablando. Cosa que también sería tremendamente aburrida pues, ¿a quién le agradaría pensar que vive para morir?
Hagamos un recuento. No estamos aquí para servir a Dios (a menos que seas un creyente devoto). Ya no estamos para evitar sobrepoblaciones de otras especies porque nosotros mismos estamos sobrepoblados. Tampoco llegamos por decisión personal pero nos mantenemos por gusto y nuestras acciones afectan a un gran conjunto de humanos llamado población. Esta sinergia que se crea debido a las decisiones de otros es lo que genera movimientos políticos, modas, revoluciones e ideologías.
A partir de lo anterior, podríamos acercarnos de nuevo a una respuesta. Podemos suponer que nuestra razón actual (hago énfasis en actual pues es posible que cambie mañana), es la de buscar la libertad absoluta entre la fuerza sinérgica que existe en nuestra sociedad actual. Buscar un individualismo y libre albedrío que funcione en conjunto con el sentido ajetreado de un sistema capitalista y neoliberalista, incluso me atreveré a decir que habrá que destruir y construir una utopía. Pero esto es meramente una suposición.
Vamos a olvidar por un momento todo lo leído y pensar que la existencia carece de sentido. ¿Es aburrido, no es cierto? Es aburrido, insulso y entorpecedor ya que volveríamos al principio, o en su defecto tendríamos una nada justificada. Estamos ante “una nada criticable por su trasfondo y no criticable por ese trasfondo”. Sin una razón nosotros seríamos una nada, pero al final seguiríamos existiendo ya que, existo y luego soy.
Para finalizar, tenemos dos conclusiones. La primera es que existimos, sin una razón preconcebida (está dentro de nuestro libre albedrío buscarle el sentido). La segunda es que, desde el libre albedrío existe una sinergia en la humanidad, que es cambiante, volátil y flexible, pero también es rígida, aplastante y fuerte, así que jamás tomaremos una decisión total y completamente propia. Como jamás tendremos una decisión propia no podemos cambiar el sentido colectivo que ya existe desde hace siglos. Así que, nuestra razón existente sería la de la búsqueda de una libertad absoluta, una libertad que nos permita liberarnos de esa fuerza colectiva, existiendo primero y luego siendo. Pienso, al igual que Camus (1951), que ciertamente adaptarse a un mundo que carece de libertad es, como lo dije anteriormente, ser absolutamente libres, lo cual conlleva, en sí, un acto de rebelión.
Bibliografía
Camus, A. (1951). El mito de Sísifo. París: Editions Gallimard.
Fromm, E. (2004). Anatomía de la destructividad humana. México: Siglo XXI Editores.
Sartre, J. P. (1998). La náusea. Francia: Editions Gallimard.
Sartre, J. P. (2006). El existencialismo es un humanismo. México: UNAM. Varios. (2006). La Santa Biblia. México: Sociedades Bíblicas Unidas.