Somos apenas granos
fundidos en un parasitario mar.
Somos cenizas precarias de un gran incendio.
Capricho de animal que piensa que no es animal.
Devoramos las ruinas de nuestro comienzo
y olvidamos que somos huéspedes del cosmos,
los extranjeros del orbe.
Llegará el día
que la vida fosilice nuestra especie
y el hombre morirá en sí mismo,
resultado de su condición humana
de cegar corazones y no codicias.
Entonces saldremos a gritar a las calles
a un dios desnudo y roto.
Querremos borrar mezquinas, condiciones.
En vano serán
los gritos, los dioses y los corazones.
Los sismos se llevarán las tristezas desmanteladas
y será imposible emigrar
del suicidio de una raza testaruda y joven.
Karla Elizabeth Martínez Cruz
Preparatoria 12
Publicado en la edición Núm. 11