I
Es la conciencia del bien y el mal.
¿Alguna vez te diste cuenta?
La vida se escapó de nuestras manos,
goteando hacia el infinito.
Pudimos ser 10, 20, 50 años más viejos.
Eternamente efímeros.
Segundos antes de abrir los ojos,
el sol entraba por la ventana…
¿O acaso provenía de nosotros?
Nada impidió que te mirara.
Tú eras el sol de la ventana.
Eras el aire, eras el cielo, eras la vida.
Cerré los ojos, me llené de tu luz.
Me convertí en nada.
II
Lento.
Estiré un poco las manos,
percibí el halo de tu alma.
Mis dedos prosiguieron su marcha,
y con la punta de las uñas,
alcanzaron tu conciencia.
En silencio.
Nuestras voces recitaron un canto sin fin;
ambos sabíamos que no lo entendíamos.
Llegó a mis pulmones tu presencia,
me ahogué en la soledad de las emociones.
Y mi cuerpo flotó a la deriva.
Encallé en la cosa de las ilusiones vanas.
Y ahí estabas tú.
III
Cuando te volví a ver,
te habías convertido en un extraño.
Tus ojos, tu piel, tu voz.
Nuevos y escalofriantes.
Espantada por la verdad,
quise ocultarme.
Pero era muy tarde,
ya éramos uno.
María Fernanda Oliva Guzmán
Preparatoria Regional de Puerto Vallarta