La pequeña corría tan rápido como sus cortas piernas le permitían. Su mirada brillaba de inseguridad y de miedo. En su espalda una mochila de nueve kilos la retrasaba, su piel morena se escondía detrás de una capa de polvo y sus cabellos largos recogidos en una coleta se balanceaban en cada paso. Un hombre la tomó del brazo y la subió a la “bestia”. Sentada en un lugar “seguro” comenzó a llorar, no conocía a ninguna de las personas que la rodeaban. El viento la sacudía, la noche estaba comenzando. Sus pies dolían, tenía hambre y sed, estaba cansada, cuántos días no había podido dormir con tranquilidad. Tanto dolor y sacrificio para una meta: estar con su madre de nuevo.
Jéssica Xitlalli Rayas de la Rosa
Preparatoria Regional de Autlán de Navarro