Cuando muera

embálsame de besos
y palabras dulces,
que las luces de tus ojos
sean cirios velatorios,
que todos tus ángeles
y todos tus demonios
le canten una canción suave
al frío de mis despojos durmientes.
Cuando muera,
grábame en la seda memorial de tu alma
más amante que ninguna,
como un karma
que te amó infinitamente
y pon sobre mi urna
flores de recuerdos nocturnos
y lunares.
Amortájame en ti
vélame en tus venas
y en tus sienes,
porque no veo sepulcro
más cálido que la memoria
ni veo más gloria santa
que tu cuerpo al alba,
en la ultramar de mi inframundo.

Luis Enrique Solorio Salazar
Preparatoria 10